martes, 3 de junio de 2008

primer viaje: el túnel del tiempo


1933, escuela anexa
Estoy leyendo The Invention of Solitude de Paul Auster. Es un libro acerca de la muerte del padre. Es un ensayo, se podría decir. Para mí es más que eso: es un libro reparador.
La imagen adjunta es una foto que yo saqué de la foto de primer grado inferior de mi papá. Es una foto grupal, en el patio de la escuela, pero yo me detuve a mirar la cara de mi viejo a los 6 años. No sé bien qué estoy buscando. Tal vez algún rasgo que me emparente con él -¿los rulos, la boca, las orejas?- porque siempre la gente ha dicho que es mi hermana mayor la que se parece a mi padre. O tal vez estoy buscando en su cara infantil -no tan infantil en su expresión, me parece- algo que me permita acercarme a él para entender, ahora que no está, aquellas cosas que nunca entendí.
Viajo a través de la mirada. Estoy en 1933. Estoy en el patio de una escuela que no fue la mía. En el patio de una escuela que en ese tiempo era de varones solos. Allí está mi padre cuando no era mi padre. Ahí está. Sospecho, por el brillo en el pelo, por los ojos semicerrados de ese niño que fue mi padre, que había sol -mi padre siempre se quejaba de la luz del sol en los ojos.
Y si me dejo llevar por los relatos de ese niño cuando ya no lo era -cuando ese niño se había convertido en mi padre- sé que en 1933 mi abuelo, es decir el padre de mi padre, era un radical yrigoyenista que se acercaba al pensamiento de aquellos radicales que iban a constituir FORJA.
Pero no quiero anclarme en los relatos adultos de mi padre acerca de su infancia. Quiero centrarme en lo que la foto me dice. Si los ojos me hablan del sol, la boca me dice algo acerca de una soberbia infantil, de cierta condecendencia en ese niño. Y allí también recupero, en esa cara infantil, al adulto que fue mi padre.
¿Hay dolor en ese entrecejo, en esa frente preocupada? ¿O es que yo sobreinterpreto, a la luz de la vida, la expresión de un niño que no conocí? Mirar esa cara , sin embargo, repara. Me devuelve a la distancia los mejores gestos de mi -pobre- padre muerto.
Navegar es preciso. En el espacio y en el tiempo.
labruja

1 comentario:

Javier dijo...

Tardamos mucho en darnos cuenta de los parentescos. Una palabra que dice mucho, mucho mas que ser parientes, es el parecerse. Como siempre, el parecerse no es el ser, pero se le parece. Hay un libro de John Berger, El tamaño de una bolsa, no recuerdo en ingles como lo llamo el autor, aqui llamamos las cosas por su nombre, por eso a mi me dicen como me dicen,eso corre por cuenta suya. En fin, Berger nos cuenta su idea sobre el parecer, el copiar y el reproducir. Y si hay un reproductor ese es el padre ya que las madres engendran lo que refiere a la vision obscurantista de los cristianos que ven en las ellas algo tentador que no pueden resistir y realmente que los comprendo. A mi, aunque me resista, suele pasarme lo mismo.
Mi primer viaje seguro que no me lo recordare porque tengo muy mala nocion de lo que vale la pena recordar hasta que es demasiado tarde y el momento paso y se fue. Talvez salir de ese interior ruidoso, zangoloteante y opalescente que es la panza a ese exterior chirriante, enceguecedor y tumescente de la vida en plain air. Yo naci un dia de paro en los hospitales, de ahi mi sentido de la protesta social. La luz de una lampara de escritorio me sirvio de nocion de hacia donde tenía que ir. Fui derecho a la luz y me puse a llorar, no se todavia porque pero creo que la cancion de protesta que habia ensayado las ultimas semanas sonaba mejor bajo el agua que en el aire y a pleno pulmon.
Adonde ibamos con todo esto?, si, no se todavia si llegué porque el viaje es largo, lleva unos 49 años y todavia continúa.
Me duele la espalda.