martes, 10 de junio de 2008

Los personajes del hombre viento

Estuve aqui.

Nunca, en los últimos 26 años, J se había visto así. L había partido y no alcanzaba a adivinar si le había dicho que se fuera, que podía irse, que por favor se quedara, que no le importaba nada, que nada era más importante.

J había reservado un dinero para que L pudiera arreglárselas pero no imagino que todo se trastocaría y volvería a ver en L al amor de su vida. Había estado todo el año preparándose para el adiós y cuando el momento llegó, se quedó con las manos vacías y la boca seca.

La casa estaba sola ahora, el suave ronroneo del lavarropas y sus trémulas olas que J imaginaba en los lagos silenciosos del sur. El calor se atoraba en las ventanas y quedaba atrapado en las habitaciones algo desarregladas que tal vez pudiera ordenar si tuviera las fuerzas necesarias.

En unos momentos llegaría el equipo de rescate, M y G a quienes habían conocido con L varios años atrás.

Podía recordar perfectamente la primera vez que vio a L. todavía la arena se pegaba a sus pantorrillas, no había comido y en el campamento en un bosque de la playa al cual había accedido a ir con unos amigos, llego L con otro grupo. No sabia nada de ella aunque mas tarde atribuyo a su distracción no haber reparado en esa pequeña y menuda morocha de trenzas. Habían compartido amigos, casas, música, calles y nunca, pero nunca la había mirado. Esa fue la primera vez.

Para L, la situación era totalmente distinta. Había visto a J varias veces en su camino al Bellas Artes. Le había sorprendido la primera vez que el hermano de J y J se cruzaran con ella con unos minutos de diferencia. Eran bastante parecidos para una mirada entre aburrida y ensoñecida de las 7 de la mañana. Al día siguiente estuvo más atenta y pudo ordenar en su fichero como era cada quien. No esperaba que ese día en la playa, el estuviera allí pero no lo demostró.

J no recordaba si los habían presentado, conocía al resto del grupo pero no a ella.

En esos tiempos J era una persona taciturna, casi huraña. Tenía una cierta afición por la intelectualidad que lo acompañaría toda la vida. La escritura y el dibujo lo habían aproximado a una visión estética y conflictiva del mundo en que vivía. Solo así se explicaba que llevara a la playa una libreta donde escribía algunas líneas antes de quedarse hundido en el sueño atrasado de vivir en carpa y amanecer con los primeros rayos. Era ir a la playa a extenderse sobre la arena seca y fresca para anotar sus pensamientos hasta que el sol calentara lo suficiente para hacer necesario un baño y un desayuno.

Mendigo tu cuerpo

Tu sombra y tu mirada

Las playas solían estar desiertas hasta después del mediodía, era el año del conflicto del Beagle y no pocos postergaron sus vacaciones por la incertidumbre de los sucesos. J, gracias a una prorroga del servicio militar no había sido convocado. Los aviones recorriendo la costa se lo recordaban con una amenazadora frecuencia que lo inducía a imaginar una eventual fuga al Uruguay como primera medida de protección. Años mas tarde, una militarizada Río de Janeiro traería estas imágenes a su memoria.

Eran unas vacaciones robadas. Robadas a una dictadura militar sofocante que se había llevado a algunos de sus amigos, otros partieron al exterior. El se quedó a pesar de que algunos le avisaron de que era cuidadosamente vigilado y debía esfumarse un tiempo. Adolescente de clase media, estudiante regular se diluyó lentamente ensayando una mínima resistencia. El viaje a la costa era parte de ese proceso de intentar pasar desapercibido aún sabiendo que no dependía de él el estar seguro. De hecho, el dueño del terreno que ocupaban sería luego otro de los desaparecidos. Al aire corría lento, respirar era un esfuerzo y costaba encontrar una razón para toda esta locura.

J era un personaje vacío, con un cierto sentido del deber y del estar en el mundo dominado por el conflicto entre dogmas, una matriz católica y un razonamiento dialéctico marxista. En resumen, no había descubierto aún el sentido de su viaje y los sucesos de los setentas le habían escamoteado el suelo que asomaba bajo sus pies.


2 comentarios:

laura dijo...

ese verano. todos estábamos allí ese verano. y estábamos solos. éramos tan jóvenes y estábamos tan solos.
laura, ese verano, se paseaba sola por esa playa. nada le parecía suyo -ni siquiera su cuerpo.

pero este invierno J parece estar más solo. estos viejos monstruos iremos al rescate del duende. Un jedi y una bruja son la combinación perfecta.

uno de los resortes de esta alma saltarina se dispara y va al rescate
fru fru
labruja

Gustavo dijo...

Que pocas palabras cruzamos al comenzar el año, una hermana que se había ido y que, ojalá haya entendido bien, vuelve el amor de tu vida.
Y no lo había aceptado, o mejor dicho no podía comprenderlo.
Como elegir la compañía de la nada en vez de la potencia del amor, yo que vengo sufriendo la búsqueda con los tropezones que me hubiera gustado dar de joven.
Pero en tu languidez pareces tan convencido, de la misma forma que tu suavidad en el taichí no permite que se te pueda mover. Y parece que te divertís.
Y por ahí no entiendo nada.
Y me gusta y disfruto de no entenderte, tal vez porque de esa forma te sumas a quien menos entiendo: yo.