lunes, 16 de abril de 2012

el lento desplazamiento de la langosta verde

En el transcurso del mes de abril, todo se torna mas diafano y presumido. He visto o mejor, he comprobado que casualmente, todos mis dolores que son bastantes para este momento particular de la existencia, el presente, no se deben a ti ni a nadie en particular. No puedo echarles la culpa de todo ni puedo dejar de hacerlo. Porque me duele tanto la espalda. Claro que si unas manos se ahuecaran a ambos lados de mi columna, de arriba bajo arriba la boca arriba, con la noche transcurriendo a nuestras espaldas. Y entonces ya nada doleria o si, pero la importancia seria tan relativa como el sentido en que revolvemos el te. Lo que si estoy seguro es que si no me doliera la espalda no estaria escribiendo este texto sin destino, porque no lo leeras, no porque no te interese, sino porque no lo sabes. Yo no te lo dire y tu callaras, es nuestro secreto. Bien, asi puedo contarte todo desde el principio y no andar saltando entre tiempos, corriendo como fusas al final de un tremolo. Estoy hasta la nuca de trabajo, ya sabes, pero no es eso lo que me atormenta sino el hecho de que es como un tic tac, tiempo perdido. Ah, Proust sabia del sabor de las magdalenas y los paseos por el campo. Asi nomas, me extravie en mis ideas sobre los conflictos y los potenciales, las funciones del espacio y las correlaciones del tiempo, las gentes que hacen caso omiso de los politicos y los que tratan de hacer, caen en la barrida. Pero este no es el caso, es que de puro no saber si si o si no, me encontre bajando las escaleras a hacerme un te. rojo, como si las gotas de sangre de los cosecheros estuvieran formando parte de su esencia, que es el te sino el secreto de las tierras en que la cultivan gentes de colores extraños y mujeres con manos pequeñas y ensimismadas en su tarea. pero ese te no seria nada mas que unas hojas secas, enruladas si, imagino los camellos que en otro tiempo lo llevaban hasta la china por la ruta de la seda o los atados asoleados con rocio de mar sobre las cubiertas de maderas torcidas de pequeños navíos arabes. Pero el sabor del te,es el sabor del alma que fluye sin descanso y asi me sentia yo. Derramado sobre un mismo cuenco. Distraido, tome un balde rojo, un par de trapos, amarillo y violeta, unas gotas verdes de detergente y el animo para lavar el auto. Sabes, mi auto no es un auto cualquiera, es un elefante blanco enorme y ronroneador, al cual le viene bien un baño de vez en cuando, pero es demasiado grande para mi vocacion de limpieza. pero ahi estoy, dandole al trapo, a la cera al limpiavidrios, y el perro que se sube y embarra, y yo que sigo. Para que?, No es que uno deba reflexionar acerca de todo lo que ocurre pero no se si esto es llenar el tiempo muerto, intentar atornillar el tiempo con trabajos rutinarios, dejarse llevar en la monotonia de los tiempos recurrentes. No lo se. en el lugar solo habia una mesa con alguien, dejando el tiempo transcurrir, y al llegar nosotros no hizo mas que seguir haciendo lo mismo, nunca nos vio, es mas, es probable que el , ni siquiera estuviera alli, no me refiero a su cuerpo sino a el, ensimismado en sus tribulaciones. Afortunadamente para nosotros su presencia nos permitio saber, con cierto grado de certeza de que el lugar estaba abierto. Siempre ocurre que entre todas las mesas disponibles, y muchas veces igual que esta, son todas o casi todas, ninguna me atrae por demas. No tengo un lugar cercano a la ventana, ni a la puerta, ni la mirada de las dueñas, tres mujeres deliciosas que a uno lo hacen sentir confortable hasta en el momento de pagar la cuenta. finalmente uno se deja caer en una silla justo cuando todos comienzan a abandonar su curiosidad para ponerse nerviosos. De espaldas a la ventana, mal feng shui.