viernes, 21 de mayo de 2010

Siguiendo los pasos del destripaterrones

Una persona metódica es necesaria para ese tipo de tareas que requieren ser tan meticulosas y sistemáticas como tozudas y pertinaces.
Ahora bien, una persona así podría con cierta facilidad y algo de práctica, desempeñarse en el Diario El Día como corrector de textos, claro que eso requiere de una ortografía impecable, un conocimiento claro de los devenires insondables de la gramática y un toque de comprensión de textos. Esa materia que agregaron a las escuelas porque los cambios en las lenguas y diccionarios de los jóvenes habían logrado establecer una subcultura o un relato diferente del mundo oficial. Probablemente, con menos requisitos en la práctica pero no menos destrezas teóricas, también un burócrata requiere de similares capacidades para administrar las misiones y funciones de su ámbito del modo correcto según marcan las normas y las tradiciones de la Institución. Un burócrata ciertamente se llevaría bien con una persona metódica pero no siempre. Hay personas metódicas que imponen sobre algunas cuestiones que uno creería nimias pero no para ellas. Eso al burócrata no le agrada ya que para el, solo existe una forma y un modo aceptable. Una sola visión del mundo pequeño y abstracto de la Institución. Mas allá de eso existe un riesgo inabordable que es menester conjurar, en lo posible, antes de que sea tarde. Afortunadamente, la eficiencia de los burócratas por estos lados es francamente pobre. Es por estas razones que los metódicos díscolos, permítanme llamarlos así, son asignados a tareas poco visibles y resguardadas de la vista de la comunidad como son las bibliotecas y los archivos. A las bibliotecas y, con mas rigurosidad a los archivos van pocos tipos de personas, tal vez; unos tres o cuatro tipos de personas. Las que no tienen mas remedio porque deben recurrir a la información que estas organizaciones resguardan como son los estudiantes, los docentes y grupos menos numerosos como los investigadores y por cierto, los propios empleados. Hubo una época en que estos sitios eran centros de socialización claves para la difusión del conocimiento y la vinculación de las personas que lo administraban. La Internet vino a cambiar todo eso de un modo profundo, radical si se permite la acepción.
De vez en cuando, uno puede identificar la concurrencia de los curiosos, los inventores, los fóbicos que conforman el segundo grupo clásico de visitantes. Menciono entre los curiosos a los turistas que concurren al sitio por su renombre, arquitectura o tal o cual material singular que resulta útil incluir en un comentario de viaje a su regreso. Un incunable libro del siglo XVII, la edición original del Eternauta o el disco de alguna banda famosa como la Cofradía de la Flor solar.
En ocasiones, los curiosos desbordan las instalaciones, por lo general algo estrictas en sus dimensiones, producto de alguna publicación en los medios de difusión, la concurrencia de un personaje conocido o solo por azar. Entonces ni siquiera los mas metódicos de los empleados puede conservar la calma y desempeñarse con la perseverancia que los caracteriza.
Tal vez el grupo de los inventores sea uno de los más singulares. Si bien, es raro encontrarlos fuera de las secciones de ingeniería, física, biología, de tanto en tanto, se desbordan hacia los corredores de historia, sociología, arte y comunicación. Todo puede derivar en un invento, mencionan en voz baja porque los inventos una vez que son públicos, dejan de serlo. Automáticamente.
Inventos eran los de antes, es una frase común en los inventores mayores de 50 y por eso se introducen en los Códices de Leonardo buscando alguna idea que se les haya escapado a revisiones anteriores. Algunos, unos pocos mas precisamente, se desayunan con los idiomas de oriente, una nueva fuente de secretos singulares, metódicamente escondidos y que pueden ser desentrañados por los que como ellos están atentos a los cambios, las estructuras, los ritmos de los textos antiguos.
Los inventores más jóvenes tienen por caso, un ideario bien distinto. Para ellos, la invención no es solo una inspiración, un instante de lucidez. Están virtualmente colgados de una red de expertos, intercomunicada con un lenguaje a la vez críptico y conciso. No hay dos grupos con el mismo dialecto pero cuando uno observa a los miembros de un mismo grupo, nota sin retardo alguno una creciente energía vital que los dispara a un estado superior. Aunque este tipo de personajes no requiere de las bibliotecas y los archivos para mucho, el hecho de que la mayor parte del conocimiento antes de 1984, pre Orwelliano dirían, solo puede encontrarse allí. Se ha digitalizado solo la parte que el mercado justifica, nada mas, se lamentan.
Los fóbicos, ah, los fóbicos. Parecen personas mas complejas que el resto y solo porque la forma en que responden a un estimulo, situación o condicionamiento, es francamente diferente del hombre o la mujer normal. Pero son esas respuestas las que en los archivos y bibliotecas encuentran su lugar singular. Están allí mejor que cualquiera de nosotros, sin que por ello conozcan un tanto más de lo que allí se resguarda.
Digamos también que están quienes van a dar con sus huesos a esos lugares por azar, porque no les quedó otra o porque consideran que es necesario para sus fines.

Cuando me ofrecieron hacerme cargo del archivo, tuve que pensarlo dos y tres veces. No es cosa de todos los días que a una le ofrezcan un sitial de tanta relevancia por lo menos para los temas que vengo investigando desde casi terminar la secundaria por vocación, por tradición familiar, por destino manifiesto, por lo que creas. En serio, no es un tema que me guste pero es el que me tocó y hago lo mejor que puedo.
El archivo. El archivo, como te cuento, es un lugar tremendo. Uno de los pocos casos de archivos de la represión del Estado que se han preservado casi completos. No hay muchos otros así en el mundo y digo en el mundo entero. Es la posibilidad de reconstruir un relato histórico a partir de los trozos de las visiones particulares de las indagaciones, registros, desgrabaciones de la inteligencia de la policía de la Provincia durante algo así como 12 años.
Yo había regresado de un trabajo en el exterior y no tenía todavía idea de lo que iba a hacer acá. Pensaba que si no hacía pié en algo interesante, podría aprovechar las propuestas que me habían llegado de París y Texas. Pero aquí yo me debía algo, algo que tenía que ver con las personas con las que había transitado los años de plomo. Además, al volver me di cuenta de lo mucho que se retardan los lazos emocionales, empáticos con las distancias no tan solo físicas sino culturales. A largas distancias, complicaciones logísticas. En fin, volví. El avión bajó en el Pistarini y ahora me encontraba frente a la piedra que iba a definir qué iba a hacer de ahora en adelante.
El archivo tenía sus cosas, no vas a creer que había una larga sala blanca con luces de xenón, archivos con sus ficheros perfectamente ordenados, sin mota de polvo como en una película. Nada de eso. Además, como en toda institución, ya había gente a cargo.
El tema por un lado, no es un tema sencillo, bueno, no se si habrá temas sencillos pero me refiero a que es un tema pesado, de esos que te pegan como un mazazo. No es como un archivo de la edad media en los que las matanzas te pueden horrorizar pero todo ocurrió hace tanto tiempo y en una sociedad tan diferente que todo llega un poco intelectualizado, menos directo. Acá, se trataba de una historia reciente. Una historia que yo había vivido o peor, con la cual había crecido, aprendido a temer. En el archivo iba a poder saber sobre muchas cosas, hechos, lugares, personas, personajes de los que marcaron esos años y por los que ahora podía pasar por al lado, sin reconocer esos rasgos trágicos que debieran, si el mundo fuera justo, marcarlos por siempre.
Yo se que me pediste una y mil veces que me controlara, que no dejara que el abismo al que me iba a arrojar por unos años, siglos creo ahora, me cambiara, me amargara, me impidiera seguir mi camino como persona no atada a un pasado vigente tal vez pero no por ello menos pasado. Pero es así, este es un trabajo tremendo y necesario.
Es una suerte que pueda compensar esto con las caminatas por el borde del lago y los senderos del bosque. Sentir, ah que palabra, sentir el soplo del aire burlón sobre mi rostro y detenerme un rato en el café a leer una novela, el diario, una carta de algún amigo lejano.
También me gustan los perros, aprendí su lenguaje de un lanudo viejito que tenían unos tíos cuando era chica. Las orejas, la cola, el hocico, el andar lento, el no mirar a los ojos, el olerse, el volcarse de espaldas. Tendría que tener un perro viviendo conmigo pero, siempre tengo un pero a mano, si no estoy nunca, pobre animal. Si ya se, pobre vos que ni siquiera te podés regalar…, pero te digo, esto es por ahora, nomás. ¡Dejame llevar a paseo el tuyo un rato mientras tomás sol!. Por ahí te lo devuelvo esta noche, cuando vayan a cenar a casa.

martes, 18 de mayo de 2010

somos

Somos asi,
una tarde de barrio con el sol tardio en la cara,
remolones en la charla de sobremesa
adictos al vino y al esperanto de los recuerdos
Los otros son para nosotros
meras referencias en el transcurrir del tiempo
somos solo nosotros