lunes, 15 de noviembre de 2010

El hombre que escapaba de nada

aqui no hay nada,
ahora bien, huya

Instrucciones para conversar con un arbol

Antes que nada, una aclaración; no hay en este instructivo una intencion de hacer crecer mejor a una planta, ninguna utilidad directa puede obtenerse de ello ya que los arboles suelen ser lentos para crecer y las personas suelen estar muy apresuradas en obtener resultados.
Cabe ahora una segunda advertencia: las conversaciones con los arboles son peligrosas por lo tanto deben realizarse con el mayor de los respetos y con el mejor de los sigilos. La gente comun suele alterarse seriamente ante las respuestas de los arboles.

Vistos desde arriba, los arboles son manchas en general verdes pero tambien las hay de diversos colores. son dificiles de diferenciar cuando estan en un grupo y conforman lo que los botanicos llaman bosques o selvas, los forestales stand y los paisajistas grupo. Los arboles a si mismos se llaman por sus nombres y no necesitan asi como nosotros, dedicarse un nombre, salvo que quieran hacer de su existencia un hecho publico, cosa por cierto extremadamente inusual.

Por lo expresado antes, las conversaciones con los arboles son lentas, muchisimo mas lentas que todo lo que creemos. Sin embargo, una palabra de un arbol, entendida como significante significado, es mas facil de percibir, mas directa y, afortunadamente, comprensible sin haberla escuchado completamente. algo asi como comprendemos un rio sin haberlo navegado desde su nacimiento hasta su fin. su agua es fresca, clara, lenta.

Para hablarle a un arbol hay que mostrar un cierto interes y una cierta desaprension. Los arboles son muy susceptibles y sufriran.

Para escuchar a un arbol basta tocar su corteza, dejar que sus hojas o ramas finas rocen nuestras manos o cabeza. Algunas personas concuerdan en que los arboles cantan en el viento. Esto probablemente sea cierto, pero no estan hablando para nosotros solamente y debe interpretarse como un coro naturalmente.

Inexperiencias

Tengo varias cosas que decirte,
Descubrí que nada era igual este mismo dia. Nada es igual a nada, todo es distinto, todo cambia, todo esta cambiando siempre, desde que tengo memoria.
Tambien se que la teoria del caos es un fiasco. No sere responsable de ningun cambio.
Ahora tu.
No se, tengo ganas de caminar, es dificil hablarte cuando te pones asi.
Ahora tu, insisti.
Yo se porque estas asi, se tambien que si te lo digo no te servira de nada.
Bien, ya te lo dije, no vamos a ningun lado.
Un paso que es?
Mover un pie, una pierna, avanzar, retroceder, no se.
Un paso es algo que esta entre.
Entre que?
Entre dos imposibilidades
Imposibilidades
Por donde no puedes pasar
Pero para pasar debes saber que hay algo mas alla que te interesa
El paso esta, solo que tu no lo sabes
Si lo supiera, podria no avanzar
Asi estas, demorada aqui, hasta que des el paso
Dar el paso, pasar, pasear, nunca se a que te refieres
Tu mismo me lo estas diciendo
Lo que es un paso?
Exactamente. Debes dar el paso no hay otra forma.

martes, 7 de septiembre de 2010

Un dia de tus dias

Por haber conocido,un día de tus días hay seguramente un color cálido y tímido que camina por el mundo sin saber si ser o pensar que es.
Decir, hablar, conversar, contar, balbucear, tararear, cacarear, silenciar, susurrar, errar y al final de todo, escuchar.
Me gusta pensar que es como si volviéramos a compartir ese concierto de primavera en las cenizas del viejo teatro, que el jardín esta de nuevo la flor en paz, que las celestes vuelan por el cielo naranja.

domingo, 29 de agosto de 2010

El paso de la banda de la Policía

A las notas claras de los redoblantes y los vibrantes bronces me llevan los ritmos regulares de la marcha, el bastonero y nada mas. Sorprende que en el silencio de la niebla que empapa el bosque que rodea al lago, aquí y alla emprendan fugaces escalas, trompetas y ¿flautas?.

materiales

El edificio, los balcones disimulados en una trama de hormigón y vacíos inciertos, rejas y cristales contra sorpresas desagradables. Nueve, talvez diez pisos encajonando la calle, un muro clástico entre lo público y lo privado.
- No tan privado
- Miré a mi pareja con la intención de hacer que no comprendía. Vestida con unos pantalones gris verdoso que en la oscuridad brillaban con una tenue luz iridiscente, sin curvas, solo trazos en el silencio húmedo de nuestras impresiones tardías. Un abrigo liviano, adecuado a las noches de otoño, límpidas y encerradas de estrellas, viento y poca gente. El otoño en esta ciudad se torna áspero con el transcurrir de las horas, lo he notado con frecuencia. La temperatura se desploma súbitamente y las gentes se refugian en los interiores más acogedores. Pocos transitan sin rumbo en la calle, algunos sorprendidos, pocos sin techo, menos enamorados, ningún soñador.
- Ya vas a ver en cuanto estemos a su altura.
- Le devolví la mirada astuta sin comprender ni jota. A que venia todo esto, de vivir en pisos teníamos solo la imperfecta impresión de las visitas, de los turistas y los miradores. Puse el dedo sobre el nombre del piso dudando como siempre, si era el correcto. Los pisos tienen un parecido como los temas de rock, las salsas de los restaurantes de oficinistas, los nuevos modelos de automóvil y las chicas de moda, me saben a viaje conocido.
- Si? Canturreo el portero eléctrico.
- Nosotros, dije con aire cómplice, Lucia y Javier
- Ya se, bajo enseguida, estaba y la voz se perdió al alejarse del micrófono
- Portero eléctrico, cuando era chico me lo imaginaba como un robot que te atendía al ring del botón. Un tipo alto, algo gordo, limpio y metálico, como el Dr. Oliphant de Astroboy. Pero la realidad antropológica suele ser un tanto más torpe y desmañada que las imágenes infantiles.
La puerta de falsa madera escondía a quien bajaba a recibirnos como otro juego de niños, todo el resto, excepto tal vez el piso, el techo, el marco de la puerta, un par de sillones vacíos, una patética lámpara de pie y dos bolas blancas, era transparente como el cristal del que estaban hechos. Un alarde inútil, ni siquiera un gesto, te veo, me ves, no puedes tocarme parece decir todo el decorado, pero, a quien se le ocurriría sentarse en esos sillones vacíos. Me imagine a un gordo pelado, en pijamas y camiseta, los pies en una palangana con agua y pétalos de rosas, tomando sodeado como le decimos al vino con agua carbonatada. Que bueno que no hay TV y no tengo que recrear el partido de fútbol o el conductor gritón que se cree estrella y
- Ah, hola, que elegantes y yo que no pude ni bañarme como dios manda
- ¿Y como es eso?
Laura me ignoró olímpicamente no se si para encubrir mi gafe o para entregar uno de esos secretos que las mujeres tienen para estimular la conversación y que los varones creemos parte de un lenguaje subliminal formulado con el solo fin de hacernos desear sexualmente al otro o la otra en este y muchos otros casos y que por lo tanto nos conduce a donde estábamos: perdidos en la jungla de las relaciones sociales.
- Pasen, pasen, tengo la comida en el fuego y
- Eh, ¿no se va a quemar, no?,
Esta vez no pudo ignorarme y apuntó, que no, está todo marchando y además ya estamos subiendo. Cosa que yo ya me había dado cuenta pero creo que lo dijo para demostrarme que si iba a hacer comentarios idiotas toda la noche, ella iba a estar a la altura.
El piso de Laura es un vacío lleno. Lo que se me ocurre para referirlo es una danza moderna, con un escenario límpido, jugado con luces y tenues penumbras, siempre hay una música deliciosa, suave, indescifrable en el ritmo y la tonalidad, pianos y voces femeninas son los detonantes. Tiene también algo de cine, carece de olores. Será porque mis casas tienen siempre olores, a perfumes, a humo de leña, a maderas, a perros, a ropa sucia, a la tierra que levantan los autos que pasan por la calle. Aquí no, excepto el tabaco. No me gustan las mujeres con tabaco. Pero volvamos al piso y al orden que de otra manera, bueno, no estamos muy acostumbrados a racionalizar el desorden y relaciones más difíciles que los números primos. Al piso se ingresa como es regular, por una puerta, situación que todos por lo general conocemos y en la cual por ende no voy a detenerme mas que para decir que desde ese punto uno tiene una panorámica casi completa de lo que allí existe. Está Laura, un espacio abierto, claro y límpido con una mesa redonda de tres o cuatro patas disimulada por un mantel negro, individuales de bambú negro que hacen fondo neto a los cubiertos acerados y los platos por ahora ausentes, tan ausentes como las copas y el vino que por cierto estoy necesitando. Comparten este ambiente una biblioteca repleta de ejemplares que uno no tendría y agradece no tener que leer con la excepción manifiesta de unos pocos, puestos allí como con intención para disminuir el impacto de semejante concatenación de títulos propios del siglo 20. muertos, desaparecidos, desaparecedores, salas de desaparición, grupos de desaparición, torturas, torturantes, torturados en cientos de fotos, casi todas blanco y negro como la muerte del Che en Bolivia, trata de blancas, negras, morenas o peligrosas, niños también y trabajo esclavo, un jazmín del Cabo, lapiceras de múltiples colores y tinta regular azul, una computadora abierta en un correo a responder, un móvil detenido en el aire quieto, otra biblioteca abarrotada ahora por eso que fueron vinilos y luego casetes, ahora CDS y mañana quien sabe, tal vez silencio. Un pasa discos, heredero impensado del wincofon a baterías. Una foto de Laura con Aro, pasajero de los espacios abiertos, canturrón saltineante del paraje más lejano. En la foto hay un mensaje que dice poco más que nada y eso es mucho para casi cualquier foto. Me gusta esa foto, esta Aro y está Laura.
Esta habitación. Y el nombre es muy correcto porque es el espacio de habitar, es donde Laura está, no la veo en otra parte de la casa, talvez la cocina, rezumando entre cacerolas de barro y cobres con aceites rebullendo olivas. Y mas, es el lugar del hábito de laura, donde escribe, lee y rebota sobre una pelota verde, tan grande que no puedo abarcarla en un abrazo propietario y rebotona, tan rebotona como verde y verde como tal vez son las plantas que Laura tiene en el balcón. Ya me avance en el balcón, saltando del habitare, al habito, al habitus y al haber. El balcón es la puerta al mundo interior de Laura, un desorden meridiano, ensayos que se secan pero siguen ahí, pendientes, cajas de vidrio llenas de aire y piedras, restos de viajes, agua, tierra, una caracola, tal vez dos, no sé, piedras romas, chatas, grises, blancas, pedrosas, mas arriba el aire que cede a la ciudad con el ímpetu de los sueños, al otro lado, el vacío incompleto de una pared que no existe y no se porque pero me representa a cuando Laura cae en Laura y es solo Laura, con sus patas esdrújulas, su tinta china, su no deber.
Del otro lado están las otras Laura, la del dormitorio, la cama blanca que se adivina desde el pasillo y no digo nada mas, porque nunca vi a persona alguna en ese lugar menos publico que el baño al que uno recurre por necesidad una o dos veces por reunión. La primera por curiosidad, la segunda por placer. Al final del corto pasillo esta el lavabo, el espejo, el jabón, la toalla cuidadosamente plegada y tal vez hasta perfumada, no se porque nunca pero nunca se me ocurrió romper esa prolija imagen de culto.
Como en todo relato que siga las pautas de la academia, casi al final el nudo que propone la cocina, de tan angosta casi incomoda. El arquitecto, hábil en el arte del birlibirloque disimulo el efecto opresivo con una ventana que mira sutilmente al vecino ubicado a unos tres metros, también cocinando y uno se siente tentado a prefigurar un dialogo anónimo entre ¿conocidos?
- ¿tienes invitados?
- ¿Que te importa?, no, muy obvio. Mas vale una mirada pausada, levantando ligeramente la cabeza todavía inclinada hacia abajo, a la tabla de picar con los pimientos colorados y las cebollas moradas.
- Que vas a cocinar? Intentando ser aunque sea agradable, agradablemente simpático, simpáticamente divertido, divertidamente torpe, torpemente atrevido, atrevidamente equivocado.
- Cerdo
Pero el vecino no estaba y yo solo intentaba el juego de que pasaría si, pero no. Laura como un peluquero hábil danzaba entre la olla, la sartén, el queso, el vino que ahora tenía abierto entre tres copas de cristal, pistachos y castañas de cajú saladas, latas y apios.
- Ah, ¿qué estás cociendo?
- Solomillos de cerdo, unas papas, unas hierbas, algo mas.
Hay veces en que uno quiere saber todo, como se le ocurrió, si lo había cocinado antes, para quienes, si es dulce, agrio, salado, seco, picante, perfumado, colorido, étnico, ojala supiera conversar para enterarme de todo, pero no se y además la charla por lo general me aburre y me disperso como ahora con unas galletas delgadas como el papel y forma de lengua de jirafa que saben bien, realmente bien con el queso oloroso que me gusta probar en lo de Laura y también en lo de Dardo pero Dardo esta en Paris y eso es muy lejos, mas lejos que una noche de vela.
- no te molestó que me auto invitáramos, ¿no?
- Sabes que no, además hacia un tiempo que no nos veíamos.
- Si, si. Donde están las palabras cuando uno las necesita?, uno las tiene conocidas, domesticadas, perfectas listas para cuando la conversación lo exige y entonces parece que les llego el viejazo, se olvidan, tropiezan unas con otras de tal forma que no sale ninguna y el gesto que las acompaña se queda ahí, fuera de juego, colorado, ensayando una justificación que ahora no es muda sino que viene subrayada por las palabras que tomando distancia una de otra se ordenan, cómplices, seguras de haber logrado el propósito pequeño y amarrete de humillarnos. Por eso no tengo una voz potente y sonora, años de ensayar el susurro susurrante y la voz queda como queriendo escuchar antes que decir o casi. Otro intento torpe.
- Fue...
- Antes de volver de las sierras
- Claro, vos te volviste antes, ¿llegaste a tiempo?
Claro que me acordaba, me volví apurado como siempre, sabiendo que todo podía esperar y darme tiempo para tener el tiempo necesario para, justamente tener tiempo, nada mas que eso, tiempo. Lo tenés a mano, en la mano, pero por poco tiempo. En una oportunidad comentando algo en una clase de la universidad mencione la cuestión de los distintos tiempos, el del reloj que nos condena a la sucesión de sucesos sin final sin objeto ni oportunidad, el de los medios y la computadoras que nos impresionan en su contundencia engañosa, mas instantáneos que el café y tan poco café como el instantáneo. El tiempo o los tiempos de la naturaleza, el reloj biológico, el jet lag y todo eso.
- Si, todavía sigo esperando por ese trabajo.
- La espera es una sabana corta
- Frazada
- Da lo mismo, es corta.
Vayamos a lo básico.
- ¿te ayudo con la ensalada?
- Como quieras. Pero ella tenía dominada la escena en la cocina angosta, el único lugar para lavar las hojas variadas, el dispositivo lavador, las hojas, en fin todo.
- Trajimos unos quesos de cabra.
- Ah, que bueno
- Si, espero que sean buenos, una sola vez comimos uno excelente. Fue en Mendoza, lo compramos en una visita al mercado del centro, un lugar muy lindo
- Lo conozco
- Después nunca mas, y eso que volvimos al mismo lugar pero no hubo caso, cremosos, picosos, duros, nada. Con las lentejas queda muy bien, un día de estos te invitamos…
- Dale (entusiasmada), ¿como lo haces?
- Facilísimo, uso morillas, o morchellas, un hongo muy sabroso en la cocción de las lentejas, sal, algo de pimienta, nada de cebollas u otros bulbos y encima se derriten unas hojas de queso. Simple, exquisito.
- Mm., me gustaría probar eso.
- La próxima
- Si, la próxima
No he comentado nada acerca de cómo íbamos vestidos y tampoco sobre la anfitriona, tal vez por el simple hecho que no eran ropas de ocasión. No quiero decir con ello que vistiéramos ropas vulgares, de entre casa, no, de ninguna manera. De hecho Laura llevaba un conjunto negro, tan negro como las vestimentas de las españolas o las sicilianas del otro siglo, o por lo menos de las películas del franquismo y del neorrealismo italiano. Un negro opaco como las vidas terrosas de las que los vestían y que refieren siempre al luto de las lloronas de las despedidas tardías de los vivos.
Laura vestía un ligero conjunto de remera de mangas largas algo arremangadas, negro de brillo grafitado como la seda natural, un pantalón negro, posiblemente de algodón tramado, todo ajustado al cuerpo de extremidades delgadas y elásticas, calzado casi deportivo, de suelas finas y flexibles, negras sobre el piso de madera clara. Un delantal como una pollera lisa completaba el conjunto con cierta gracia.
Lucia llevaba seguro que por equivocación una falda larga, una camisa y un abrigo tejido en telar. Le hubiera quedado bien un sombrero a esa estudiada combinación de dominante, complementario y acento que nunca podré aprender. Tal vez por provocación. Al violeta y marrón, un toque de amarillo, un perfume suave de flores, la cara lavada, el pelo soñando en torno a su cara. Me quedo viéndola en la memoria.
Soy de los que creen que no hay primer golpe de vista sino una recuperación sin intención del cerebro de las cosas que sentimos. Ver y dibujar, sin intención, una forma casi zen de mirar sin ser observado.
Laura podría tener lo 14 años con que la conocí, Lucia los 17.
Laura está en la conversación con Lucia y yo escucho y pienso respuestas que no diré o simplemente, aguardo como un francotirador el momento oportuno para decir, es probable, la frase equivocada.
- para que me pregunta si después va a ignorar mis opiniones
- silencio
- como?, me perdí, quien pregunta
- sabes quien, mirá, yo tengo mi opinión sobre varios temas y no tengo ningún problema en decirla, pero si me preguntan espero que lo tomen en cuenta
- Yo miraba toda esa biblioteca de volúmenes insondables de temas tenebrosos y no abrí la boca.
- La venta de sexo no es mi fuerte si me preguntas
- Hablábamos del aborto
- Ah, ya opine de ese tema en ese otro lugar que conoces. Por un lado es penoso, me es penoso y por el otro lado, y no porque sea varón, me parece un tema propio de las mujeres.
- Me miraron, pensaron brevemente y siguieron la charla por otro lado sobre el mismo tema
- ¿Quien aborta?, nosotras.
- ¿Y nosotros que, la vemos pasar?
- Es nuestro cuerpo
- Real, pero y el intangible
- El alma decis?
- Si querés, no, digo ese que se construye en la vida compartida
- ¿El feto?
- No

En un intervalo de la conversación, Laura aprovechó para cambiar los platos e ir por una segunda fase gastronómica. Como yo suelo permitirme participar de esos menesteres domésticos con cierta frecuencia, Laura no se sorprendió ni hizo observación alguna. Tampoco Lucía. Es tal vez un reflejo condicionado de la educación adquirida en casa de mis padres, los niños deben ayudar a levantar la mesa y de ser posible, cuando sean mayores, lavar o secar los platos.
En la cocina a unos tres o cuatro metros de la mesa en que estábamos comiendo, laura en voz baja como para que solo yo la escuchara me dijo,
- encontré una nueva cita tuya en el archivo.
Laura, no se si lo he dicho antes, trabaja con archivos de inteligencia de la época de los crímenes de estado. Es uno de los periodos más sórdidos de la historia reciente y tal vez de toda la historia de este país a la vez tan ajeno a este mundo como lugar común.
Transcurridas tres cuartas partes del siglo XX, el desbalance de las fuerzas políticas en parte pero singularmente sociales, llevó a las familias con poder a intentar barrer con esa preocupante evolución de la forma de entender el mundo que principalmente los jóvenes pero también algunos grupos y organizaciones a veces de trabajadores pero no siempre. Había también que depurar las familias patricias de las ovejas negras que en las últimas generaciones se repetían aquí y allá. Basta de Ernesto Guevara Lynch, de brotes enfermantes como los del 68 y por sobre todo, asegurar los medios, medios para ser mas ricos, medios para poder seguir siendo mas ricos, medios para reconocerse como poderosos, medios.
En ese tiempo, la vida era joven e indiscreta. Podíamos proponernos cambiar el mundo, descubrir el embriago de las hierbas, los polvos y los hongos, la música, el hambre, la guerra, la injusticia. Y llego el plomo, la electricidad, la detonación, el grito, las lágrimas, la desesperanza y la oscura espera del día de mañana.
El lugar donde laura trabaja no parece lo que es o mejor, es lo que no parece. Aunque en la entrada solía haber una casilla de seguridad a unos 2 metros por sobre las cabezas de las personas que desprevenidas cruzaban la calle y en la puerta principal un cartel apunta, Aquí funciono la Dirección de inteligencia y seguridad de la Policía de la Provincia de Buenos Aires entre 1970 y 1985; solo se trata de un edificio opaco, modernoso para la época y poco mas. En su interior un gran espacio hace las veces de museo. En las paredes, fotos blanco y negro o en color recuerdan centros de detención clandestina, grupos parapoliciales de tareas, retenes pidiendo documentación y más.
El archivo tiene lo que todos los archivos, cosas que se guardan en forma ordenada para que estén disponibles para consulta mas adelante, cuando sea necesario. Esa es una forma de entenderlo. El archivo también es un aliado de la memoria, como una agenda de algunos de los años idos donde se resguardan las citas de amor o de dentista, las asambleas a las que fuimos y donde hablamos, el color de nuestra vestimenta, el largo del pelo y, como olvidarlo, nuestros números de teléfono, nuestras direcciones, fechas de nacimiento, casamiento y también, quien nos quiere ahí.
Una vez en una reunión hace muchos años cuando volví a encontrar a laura o más bien, cuando laura armó toda la escenografita para volver a encontrarme aunque yo no lo sabía en ese momento y recién empiezo a darme cuenta ahora, recién ahora.
Bien, en esa reunión, laura dijo como al pasar pero haciendo las pausas adecuadas para que todos los oídos sensibles, y el mío lo es, la escucharan sin perder letra: Tengo en el archivo los registros del colegio secundario. Claro que con los filtros de seguridad obligatorios pero se pueden consultar. Y el cielo cayó negro, de golpe, de nuevo, sobre nuestras cabezas. Damocles.
Pude verme con mis quinces, entregando un documento a un gendarme, pintando una pared, saltando otra pared, hablando en un centro de estudiantes, en una asamblea, en una marcha y sentí, juro que sentí, esos ojos oscuros clavados en mi figura desde la sombra del humo de los Particulares 30 verdes.
Todo esta anotado, todo.
¿Puede el piso volverse líquido de repente y aun sostenernos? Sentí un leve vértigo y una necesidad paradójica de querer salir de allí en ese mismo instante y sin mirar atrás dar dos o tres vueltas al planeta, lavando los rastros. Pero en lugar de eso pregunte:
- decime, ¿podemos ir y verlo?, ¿podrías traer lo que nos interesa? Una fotocopia digo. Una forma cobarde de hacer que Laura corriera el riesgo por uno, pero el miedo me tenía a la defensiva de nuevo. De nuevo.
- No. Podes hacer una solicitud pero solo te van a dejar ver donde vos figuras.
- ¿Y yo figuro?, pregunte inocentemente como si estuviera frente a gente que no me conociera.
- Me miro y tan pronto como levante la vista dijo: Como no vas a estar si hasta yo me acuerdo de vos en esa época.
- Yo no, mejor no me acuerdo. No comparto nada de esa época ni quiero saberlo pero tengo curiosidad. Y vos, ¿por que lo sabes?
- Los que trabajamos allí podemos ver los archivos.
- ¿Y el habeas data?
- No te dije de la solicitud, es como el habeas data.
Y ahí pasamos a otro tema porque nadie, excepto laura podía sostener esa atmósfera mucho tiempo, mas de dos o tres minutos. Tan tremenda fue para nosotros esa breve eternidad de 5 años.
-una cita. Se me escapo entre los dientes
-si. Dijo en voz queda.
- Mm., ¿no me dijiste que no podías sacar las copias?
- si, quiero decir no, no de esa época. Mas adelante. Tenemos que hablar.
Me di vuelta con el sacacorchos a medio camino sobre la botella de vino mendocino. Mire con aire de no entender.
- no hago política desde esos años, porque iba a…
- ahora no. Vení, después solo y te lo cuento, ahora la cena.
- Pero…
Y tomando la fuente entre paños de colores, dio media vuelta, me enseño la espalda y fue a sentarse al lado de Lucia y siguieron hablando como si tal cosa.
De nuevo en la mesa, volvi a sorprenderme con el tramado de las conversaciones, el ir y venir de tenedores y cucharas, apenas distraído por los roces leves e inoportunos de los cuchillos sobre la loza.
- Y a vos que te parece el proyecto de ley.
- Es un avance pero no tanto.
Laura me mira y apunta
- te lo envié al correo, ¿lo leíste?
- No, si, no me gustó
- Qué es lo que no te gustó. Necesitamos juntar firmas para que se vote
- ¿Mi firma?
- Si, sabés que las firmas de los varones también cuentan, casi cuentan más que las nuestras.
- Siempre las mujeres con eso de sentirse minoría cuando son mas que nosotros.
- La historia pesa.
- En serio, ¿que es lo que te pareció mal?
- Por empezar los tres meses
- ¿Por?
- Sabes bien que muchos embarazos juveniles no se descubren hasta más allá de ese plazo. Además, ¿porque vas a tener un periodo de libre albedrío y después marche preso?
- Ahí vamos.
- Y más, siguen estando las causales de enfermedad, malformación, violación ahí, privilegiadas en el texto.
- Es que si no están no se cumplen. Además hay que consolidarlas, es una cabecera de playa.
- Lo bueno es que evita que los médicos se excusen a cada rato porque alguien los llamo, es como si uno llegara a una urgencia y ellos pudieran elegir si su moral les permite atenderte.
- Es la vida real.
- Si pero cuando sus queridas quedan embarazadas porque los boludos no usaron los preservativos de rigor, bien que las “atienden”.
- ¿Vas a firmar?
- Ya firmé. Y hablando de proyectos de ley, ¿para cuando el de la eutanasia?
- ¿Que?
- Si, ya no somos pibes y no quiero andar cuadriplejico como lastre de las vidas de las personas que quiero.
- No sos tan viejo…
- Estoy tratando…
- No se nota.
- Mira, me duele la cabeza del fémur, la espalda, veo poco, tengo tos, no juego mas al fútbol, me agito cuando hago el amor…
- No parece. Viste que nunca parece la edad que tiene, esconde lo que piensa y de repente te tira un plomo caliente que nadie puede abarajar…
- Ay, que estoy mal en serio
- En serio? No jodas. A ver. ¿Cuando fuiste al medico?
- Eee, dos, no tres años.
- ¿Al dentista?
- Año y medio
- ¿Practicás algún deporte?
- Taichi, bicicleta hasta que me las robaron. Camino poco
- ¿Fumás?
- ¿Que?
- Tabaco
- ¿Esto es una revisación?, ¿me tengo que desvestir?
- ¿Si querés? Pero no veo el motivo, a nosotras no nos vas a conquistar con tu físico privilegiado.
- Treinta y tres
- Ves, todo un farsante
- Pero la cadera me duele
- El que se acuesta en el piso …
- Pero lo de la eutanasia es en serio
- Si es en serio te hacemos la de las invasiones bárbaras
- Ah, ¿y ustedes piensan que va a haber un montón de amigos que vengan así, a despedirse al final?
- Bueh, tratándose de vos, un par seria suficiente
- Ves para que quiero la ley, con un amigo medico y otro abogado, cartón lleno
- Un agradable par
- Por eso les dicen cuervos
- ¿Un café?
- Italiano, suave y especiado para mi
- Sos imposible.
- My plesure.

Ainadamar

Como hoy, el día era templado, caluroso para estos últimos días de otoño. Llegué a la ciudad por la noche. Llegué con la intención de no ver a nadie en particular, por eso y por otras cosas, no me preocupé por buscar alguna de las viejas agendas, cuadernos espiralados donde solia guardar anotaciones, números y nombres en birome. Primero, no sabria donde buscarlos, ya, en otros tiempos y bajo una crisis de nostalgia habia puesto la casa patas para arriba y no habia caido ni un solo papelito, una tarjeta, un dato. Revisé las guias telefonicas, carpetas de la universidad, facturas de telefono, gas, alumbrado, archivos en la computadora, correos electrónicos, pase por los libros y revistas de cocina, un viejisimo cuaderno de tapas de hule negro, no de tela de araña sino negro liso y brillante como la brea caliente y paginas de color amarillento, cuadriculadas en azul, plagado de recetas de cocina, recomendaciones de batido, donde comprar chocolates, cardamomo o jengibre fresco. Pero nada, no habia alli, ni un nombre de pila, un Tomás, un Alvar, un Casandra, ni rastros. Busqué entonces en el mueblecito de dos cajones de madera de roble de eslabonia donde solia guardar los documentos de mis padres. Alli si, un carnet del club universitario de mi hermano, unas estampitas de la primera comunión, un boletín de la Alianza Francesa, una libreta civica de mi madre y una libreta de enrrolamiento de mi padre. Nada mas. Ni un dato posterior a cuando cumpli 11 años.
Podria echarle la culpa a las sucesivas mudanzas, a mi recurrencia singular a caer en el desorden mas absoluto, pero el caso es que a mi pesima memoria le debia agregar mi falta de constancia por retener las huellas físicas del pasado. Tal es así que no habia conservado ninguna de las propiedades parentales, ni ropa, ni una planta. El documento tenia mas anotaciones de cambio de domicilio que votaciones en sus hojas.
Habia llegado con la convicción de que la ciudad no estaría esperando. Ciertamente habia cambiado mucho en estos largos años afuera aunque no estaba pelado, ni gordo, ni barbudo, ni sordo y casi se podria decir que veia perfectamente.
Entré al bar cuando recien eran las 9 de la mañana. El lugar recordaba pobremente como era 30 años atrás. Breves trazos de la arquitectura de principios del siglo 20, paleta italica. Una construcción hecha para mas de 100 años y esta, milagrosamente, estaba por cumplirlos. Se veia una intención de aggiornarse pero siempre dentro de una intencion de estética presumida. Un lugar para la clase media era y lo seguía siendo. Sillas tonne en grupos de 4 rodeaban las 30 o 40 mesas de madera oscura. Una ritmica hilera de patas de jamon, tal vez los mismos ya recordaba, marcaban el limite entre las mesas proximas a la barra de las que podian observar y ser vistos desde las ventanas.
- un café, por favor.
- Chico?
- En jarrito y cortado, si es posible
- Como no?. El diario señor?, tenemos La Nacion, Clarín, El Dia…
- El Dia podria ser…
Aproveché que la moza me dejaba un momento de tranquilidad para mirar por la ventana el local de la calle de enfrente. Alli estaba. Un edificio oscuro, tenebroso. El cerebro o mejor la memoria de muchas de las cosas que me asaltaban desde que bajé del ómnibus en una de las calles proximas al centro comercial.







- Muy bella, francamente me gustó
- Si?, me alegro. Viste la soprano que voz soberbia
- Ah, sabes que no frecuento la opera, pero esa mujer, realmente sostuvo el espectáculo, amen del autor.
- Sabés quien es?
- La cantante, no pero tengo el programa…
- El autor
- Golijov.
- Sii
- Recuerdo que era una familia conocida, si hasta creo que en el colegio una de las profesoras de musica tenia ese apellido
- De casada
- ¿?
- El goli es el hijo, en serio no te acordas?
- Para nada
- Te acordas del concierto de primavera, en el 75?
- Vagamente. Menti, pero la conversación ameritaba un punto de apoyo y arriesguè.
- El toco 3 piezas suyas en el piano
- Ah, si, un chico brillante. Era menor que nosotros no?
- Un año. Pero los rusos forman grupos de distintas edades. En mi grupo habia varios de ellos
- Y vos tambien
- Si, yo tambien.
- Ahora decime, que mas te gustó.
- Al principio la musica, pense, donde consigo esta musica para escucharla mas seguido, pero enseguida me atrapo el tema. Notaste que el hilo lo marcan tres mujeres, muy ruso eso.
- Margarita Xirgu, se me escapan las otras
- La Pineda y Nuria, tres epocas, la primera rebelión española, la segunda, marcada por la guerra civil y la tercera, latinoamericana.
- Cierto, una estatuaria, otra musa y actriz de teatro itinerante y la otra aprendiz de teatro.
- Y Federico?
- Garcia Lorca?, es para mi mas bien una presencia de sentimientos de voluntades, de intenciones
- Un fantasma, yo tambien lo pense
- No, no un fantasma, una representación de los valores, de la funcion del arte comprometido y a la vez emocional y sensible, humano. No es un fantasma, es casi el personaje mas humano de todos. Jugado, temeroso ante su muerte al final, valiente ante sus pares, hacedor de su propio destino.
Tenia bien presente al Niño Federico, de pantaloncitos color canela y al Poeta Federico de traje blanco cruzado, andar presumido y atormentado.
- no me gustó el tenor
- contra tenor
- bueno, no me gustó. El personaje le quedo grande, grande en los gestos, grande en el volumen de su voz, en cambio…
- en cambio?
- El falangista, si, me gustó, era un personaje completo y una síntesis sin abalorios.
-

miércoles, 28 de julio de 2010

sobre pobres

Todo me hace pensar en que existen muchos. He estado pensando en ello desde que comence a investigar sobre su presencia, no solo aqui sino tambien en otras partes. Grises, pardos, marrones, casi siempre sucios, de una descuidada suciedad, producto de años de arduo trabajo sin paga.
te sientes pobre?
no señor, pobre es el rosendo.
cual es rosendo?
la pregunta, un tanto extraña ya que alli se conocian todos y el unico desconocido era yo, transfigurado de una realidad paralela en la que ellos apenas podian percibir los bordes algo confusos de una vida mejor.
rosendo no esta aca señor, dijo con un aire quedo, propio de las palabras que no se dicen. los ojos acuosos en la negrura del recuerdo del otro, transados por un caramelo de anis en la esquina del barrio. rosendo no esta aca.
pero, porque rosendo es pobre. insisti como encuestador de la universidad, alejado de toda realidad, atribulado en el marfileño color del papel y el lapiz negro oscuro como el grafito de las minas.
rosendo se mudo a las carpas despues de la inundacion.
ah, y anote. es pobre porque no tiene casa
No señor, rosendo tiene casa, vive en la carpa de la municipalidad hace ya tres años
epa. como es eso, no te entiendo.
movio lento una piedrita de barro seco y su vivacidad se empantanó de tal forma que pensé que no habria mas espacio para preguntas.
el rosendo, cuando vino la inundacion le llevo sus cosas, la tapera que levantamos, el colchon, y el perro. el perro batuque. batuque tenia manchitas aca y aca, dijo tocandose la cola y la pierna izquierda pero se lo llevo el agua y rosendo, en el remolino, el agua, rosendo.

viernes, 21 de mayo de 2010

Siguiendo los pasos del destripaterrones

Una persona metódica es necesaria para ese tipo de tareas que requieren ser tan meticulosas y sistemáticas como tozudas y pertinaces.
Ahora bien, una persona así podría con cierta facilidad y algo de práctica, desempeñarse en el Diario El Día como corrector de textos, claro que eso requiere de una ortografía impecable, un conocimiento claro de los devenires insondables de la gramática y un toque de comprensión de textos. Esa materia que agregaron a las escuelas porque los cambios en las lenguas y diccionarios de los jóvenes habían logrado establecer una subcultura o un relato diferente del mundo oficial. Probablemente, con menos requisitos en la práctica pero no menos destrezas teóricas, también un burócrata requiere de similares capacidades para administrar las misiones y funciones de su ámbito del modo correcto según marcan las normas y las tradiciones de la Institución. Un burócrata ciertamente se llevaría bien con una persona metódica pero no siempre. Hay personas metódicas que imponen sobre algunas cuestiones que uno creería nimias pero no para ellas. Eso al burócrata no le agrada ya que para el, solo existe una forma y un modo aceptable. Una sola visión del mundo pequeño y abstracto de la Institución. Mas allá de eso existe un riesgo inabordable que es menester conjurar, en lo posible, antes de que sea tarde. Afortunadamente, la eficiencia de los burócratas por estos lados es francamente pobre. Es por estas razones que los metódicos díscolos, permítanme llamarlos así, son asignados a tareas poco visibles y resguardadas de la vista de la comunidad como son las bibliotecas y los archivos. A las bibliotecas y, con mas rigurosidad a los archivos van pocos tipos de personas, tal vez; unos tres o cuatro tipos de personas. Las que no tienen mas remedio porque deben recurrir a la información que estas organizaciones resguardan como son los estudiantes, los docentes y grupos menos numerosos como los investigadores y por cierto, los propios empleados. Hubo una época en que estos sitios eran centros de socialización claves para la difusión del conocimiento y la vinculación de las personas que lo administraban. La Internet vino a cambiar todo eso de un modo profundo, radical si se permite la acepción.
De vez en cuando, uno puede identificar la concurrencia de los curiosos, los inventores, los fóbicos que conforman el segundo grupo clásico de visitantes. Menciono entre los curiosos a los turistas que concurren al sitio por su renombre, arquitectura o tal o cual material singular que resulta útil incluir en un comentario de viaje a su regreso. Un incunable libro del siglo XVII, la edición original del Eternauta o el disco de alguna banda famosa como la Cofradía de la Flor solar.
En ocasiones, los curiosos desbordan las instalaciones, por lo general algo estrictas en sus dimensiones, producto de alguna publicación en los medios de difusión, la concurrencia de un personaje conocido o solo por azar. Entonces ni siquiera los mas metódicos de los empleados puede conservar la calma y desempeñarse con la perseverancia que los caracteriza.
Tal vez el grupo de los inventores sea uno de los más singulares. Si bien, es raro encontrarlos fuera de las secciones de ingeniería, física, biología, de tanto en tanto, se desbordan hacia los corredores de historia, sociología, arte y comunicación. Todo puede derivar en un invento, mencionan en voz baja porque los inventos una vez que son públicos, dejan de serlo. Automáticamente.
Inventos eran los de antes, es una frase común en los inventores mayores de 50 y por eso se introducen en los Códices de Leonardo buscando alguna idea que se les haya escapado a revisiones anteriores. Algunos, unos pocos mas precisamente, se desayunan con los idiomas de oriente, una nueva fuente de secretos singulares, metódicamente escondidos y que pueden ser desentrañados por los que como ellos están atentos a los cambios, las estructuras, los ritmos de los textos antiguos.
Los inventores más jóvenes tienen por caso, un ideario bien distinto. Para ellos, la invención no es solo una inspiración, un instante de lucidez. Están virtualmente colgados de una red de expertos, intercomunicada con un lenguaje a la vez críptico y conciso. No hay dos grupos con el mismo dialecto pero cuando uno observa a los miembros de un mismo grupo, nota sin retardo alguno una creciente energía vital que los dispara a un estado superior. Aunque este tipo de personajes no requiere de las bibliotecas y los archivos para mucho, el hecho de que la mayor parte del conocimiento antes de 1984, pre Orwelliano dirían, solo puede encontrarse allí. Se ha digitalizado solo la parte que el mercado justifica, nada mas, se lamentan.
Los fóbicos, ah, los fóbicos. Parecen personas mas complejas que el resto y solo porque la forma en que responden a un estimulo, situación o condicionamiento, es francamente diferente del hombre o la mujer normal. Pero son esas respuestas las que en los archivos y bibliotecas encuentran su lugar singular. Están allí mejor que cualquiera de nosotros, sin que por ello conozcan un tanto más de lo que allí se resguarda.
Digamos también que están quienes van a dar con sus huesos a esos lugares por azar, porque no les quedó otra o porque consideran que es necesario para sus fines.

Cuando me ofrecieron hacerme cargo del archivo, tuve que pensarlo dos y tres veces. No es cosa de todos los días que a una le ofrezcan un sitial de tanta relevancia por lo menos para los temas que vengo investigando desde casi terminar la secundaria por vocación, por tradición familiar, por destino manifiesto, por lo que creas. En serio, no es un tema que me guste pero es el que me tocó y hago lo mejor que puedo.
El archivo. El archivo, como te cuento, es un lugar tremendo. Uno de los pocos casos de archivos de la represión del Estado que se han preservado casi completos. No hay muchos otros así en el mundo y digo en el mundo entero. Es la posibilidad de reconstruir un relato histórico a partir de los trozos de las visiones particulares de las indagaciones, registros, desgrabaciones de la inteligencia de la policía de la Provincia durante algo así como 12 años.
Yo había regresado de un trabajo en el exterior y no tenía todavía idea de lo que iba a hacer acá. Pensaba que si no hacía pié en algo interesante, podría aprovechar las propuestas que me habían llegado de París y Texas. Pero aquí yo me debía algo, algo que tenía que ver con las personas con las que había transitado los años de plomo. Además, al volver me di cuenta de lo mucho que se retardan los lazos emocionales, empáticos con las distancias no tan solo físicas sino culturales. A largas distancias, complicaciones logísticas. En fin, volví. El avión bajó en el Pistarini y ahora me encontraba frente a la piedra que iba a definir qué iba a hacer de ahora en adelante.
El archivo tenía sus cosas, no vas a creer que había una larga sala blanca con luces de xenón, archivos con sus ficheros perfectamente ordenados, sin mota de polvo como en una película. Nada de eso. Además, como en toda institución, ya había gente a cargo.
El tema por un lado, no es un tema sencillo, bueno, no se si habrá temas sencillos pero me refiero a que es un tema pesado, de esos que te pegan como un mazazo. No es como un archivo de la edad media en los que las matanzas te pueden horrorizar pero todo ocurrió hace tanto tiempo y en una sociedad tan diferente que todo llega un poco intelectualizado, menos directo. Acá, se trataba de una historia reciente. Una historia que yo había vivido o peor, con la cual había crecido, aprendido a temer. En el archivo iba a poder saber sobre muchas cosas, hechos, lugares, personas, personajes de los que marcaron esos años y por los que ahora podía pasar por al lado, sin reconocer esos rasgos trágicos que debieran, si el mundo fuera justo, marcarlos por siempre.
Yo se que me pediste una y mil veces que me controlara, que no dejara que el abismo al que me iba a arrojar por unos años, siglos creo ahora, me cambiara, me amargara, me impidiera seguir mi camino como persona no atada a un pasado vigente tal vez pero no por ello menos pasado. Pero es así, este es un trabajo tremendo y necesario.
Es una suerte que pueda compensar esto con las caminatas por el borde del lago y los senderos del bosque. Sentir, ah que palabra, sentir el soplo del aire burlón sobre mi rostro y detenerme un rato en el café a leer una novela, el diario, una carta de algún amigo lejano.
También me gustan los perros, aprendí su lenguaje de un lanudo viejito que tenían unos tíos cuando era chica. Las orejas, la cola, el hocico, el andar lento, el no mirar a los ojos, el olerse, el volcarse de espaldas. Tendría que tener un perro viviendo conmigo pero, siempre tengo un pero a mano, si no estoy nunca, pobre animal. Si ya se, pobre vos que ni siquiera te podés regalar…, pero te digo, esto es por ahora, nomás. ¡Dejame llevar a paseo el tuyo un rato mientras tomás sol!. Por ahí te lo devuelvo esta noche, cuando vayan a cenar a casa.

martes, 18 de mayo de 2010

somos

Somos asi,
una tarde de barrio con el sol tardio en la cara,
remolones en la charla de sobremesa
adictos al vino y al esperanto de los recuerdos
Los otros son para nosotros
meras referencias en el transcurrir del tiempo
somos solo nosotros

viernes, 16 de abril de 2010

Una cena en la cima del mundo

LA ENTRADA A LA PEQUEÑA COMUNIDAD
Esta es una historia que tal vez no se habría escrito si las mujeres no me resultaran personajes tan seductores como lejanos e incomprensibles. De hecho, no hay nada de extraño en esto y sí en que haya escrito, lo que cada vez me cuesta más o menos, según el caso.
Todo sucede en una ciudad pequeña con presunción de aires mundanos, en una calle angosta y oscura y en un apartamento del octavo piso.
He visitado muchas veces esa ciudad desde que éramos chicos y no tanto. Es una ciudad tan extraña como que existen pocas en el mundo. Una serie de calles anchas que se resuelven en otras mas angostas en una sucesión programada en base a la proporción aúrico que remite a las vocaciones masónicas de fines del siglo diecinueve, al higienismo militante de los espacios abiertos y a un fundamento cientista del progreso de las sociedades humanas.
Las gentes de esta ciudad tienen la idea fundamental de la cuadricula y las calles ordenadamente numeradas.
Nueve es el nombre de la calle que tiene por segundo nombre el apellido de un prócer de la independencia. Nada refiere a lo que allí sucede a diario, todo ha sido tratado asépticamente. No figuran en el mapa ni la casa de las putas finas de mitad de cuadra, ni la escuela publica con el vendedor de secretos prohibidos, ni los locales comerciales de grandes luces y altos precios.
Bien, vayamos al tema que todo esto no es relevante excepto para aquellos que piensan que las personas terminan reflejando el medio donde viven. Particularmente siempre he pensado así, tanto que en mis viajes tiendo a parecerme como un Zelig a los habitantes del lugar, lo que me ha puesto en ridículo mas a menudo de lo que es necesario. Esa es una de las teorías posibles acerca de las gentes, porque hay otra que dice que las personas reflejan el tiempo en el que viven, y otra que dice que las personas reflejan lo que comen, y otra que dice que reflejan lo que han sido en otras vidas (otros lugares, otros tiempos, otras comidas).
Nada más que para seguir con esta historia, acordaremos con que las personas reflejan el lugar en el que viven. Una ciudad cuadriculada como un damero de ajedrez, una calle estrecha (angosta y oscura), un edificio alto, un departamento en el octavo piso, una cocina estrecha, una mesa redonda, una botella de vino, un plato de comida casera -diría Caetano, recuerdos de la infancia.
Hay también una pared con libros, otra con discos, otra vacía.
Y hay distintas descripciones del espacio: una escenografía, una casa vacía, una casa perfecta, el espacio deseado o, finalmente, qué bien que viven los progres -Maguila dixit.
El edificio, los balcones disimulados en una trama de hormigón y vacíos inciertos, rejas y cristales contra sorpresas desagradables. Nueve, talvez diez pisos encajonando la calle, un muro clástico entre lo público y lo privado.
- No tan privado
- Miré a mi pareja con la intención de hacer que no comprendía. Vestida con unos pantalones gris verdoso que en la oscuridad brillaban con una tenue luz iridiscente, sin curvas, solo trazos en el silencio húmedo de nuestras impresiones tardías. Un abrigo liviano, adecuado a las noches de otoño, límpidas y encerradas de estrellas, viento y poca gente. El otoño en esta ciudad se torna áspero con el transcurrir de las horas, lo he notado con frecuencia. La temperatura se desploma súbitamente y las gentes se refugian en los interiores más acogedores. Pocos transitan sin rumbo en la calle, algunos sorprendidos, pocos sin techo, menos enamorados, ningún soñador.
- Ya vas a ver en cuanto estemos a su altura.
- Le devolví la mirada astuta sin comprender ni jota. A que venia todo esto, de vivir en pisos teníamos solo la imperfecta impresión de las visitas, de los turistas y los miradores. Puse el dedo sobre el nombre del piso dudando como siempre, si era el correcto. Los pisos tienen un parecido como los temas de rock, las salsas de los restaurantes de oficinistas, los nuevos modelos de automóvil y las chicas de moda, me saben a viaje conocido.
- Si? Canturreo el portero eléctrico.
- Nosotros, dije con aire cómplice, Lucia y Javier
- Ya se, bajo enseguida, estaba y la voz se perdió al alejarse del micrófono
- Portero eléctrico, cuando era chico me lo imaginaba como un robot que te atendía al ring del botón. Un tipo alto, algo gordo, limpio y metálico, como el Dr. Oliphant de Astroboy. Pero la realidad antropológica suele ser un tanto más torpe y desmañada que las imágenes infantiles.
La puerta de falsa madera escondía a quien bajaba a recibirnos como otro juego de niños, todo el resto, excepto tal vez el piso, el techo, el marco de la puerta, un par de sillones vacíos, una patética lámpara de pie y dos bolas blancas, era transparente como el cristal del que estaban hechos. Un alarde inútil, ni siquiera un gesto, te veo, me ves, no puedes tocarme parece decir todo el decorado, pero, a quien se le ocurriría sentarse en esos sillones vacíos. Me imagine a un gordo pelado, en pijamas y camiseta, los pies en una palangana con agua y pétalos de rosas, tomando sodeado como le decimos al vino con agua carbonatada. Que bueno que no hay TV y no tengo que recrear el partido de fútbol o el conductor gritón que se cree estrella y
- Ah, hola, que elegantes y yo que no pude ni bañarme como dios manda
- ¿Y como es eso?
Laura me ignoró olímpicamente no se si para encubrir mi gafe o para entregar uno de esos secretos que las mujeres tienen para estimular la conversación y que los varones creemos parte de un lenguaje subliminal formulado con el solo fin de hacernos desear sexualmente al otro o la otra en este y muchos otros casos y que por lo tanto nos conduce a donde estábamos: perdidos en la jungla de las relaciones sociales.
- Pasen, pasen, tengo la comida en el fuego y
- Eh, ¿no se va a quemar, no?,
Esta vez no pudo ignorarme y apuntó, que no, está todo marchando y además ya estamos subiendo. Cosa que yo ya me había dado cuenta pero creo que lo dijo para demostrarme que si iba a hacer comentarios idiotas toda la noche, ella iba a estar a la altura.
El piso de Laura es un vacío lleno. Lo que se me ocurre para referirlo es una danza moderna, con un escenario límpido, jugado con luces y tenues penumbras, siempre hay una música deliciosa, suave, indescifrable en el ritmo y la tonalidad, pianos y voces femeninas son los detonantes. Tiene también algo de cine, carece de olores. Será porque mis casas tienen siempre olores, a perfumes, a humo de leña, a maderas, a perros, a ropa sucia, a la tierra que levantan los autos que pasan por la calle. Aquí no, excepto el tabaco. No me gustan las mujeres con tabaco. Pero volvamos al piso y al orden que de otra manera, bueno, no estamos muy acostumbrados a racionalizar el desorden y relaciones más difíciles que los números primos. Al piso se ingresa como es regular, por una puerta, situación que todos por lo general conocemos y en la cual por ende no voy a detenerme mas que para decir que desde ese punto uno tiene una panorámica casi completa de lo que allí existe. Está Laura, un espacio abierto, claro y límpido con una mesa redonda de tres o cuatro patas disimulada por un mantel negro, individuales de bambú negro que hacen fondo neto a los cubiertos acerados y los platos por ahora ausentes, tan ausentes como las copas y el vino que por cierto estoy necesitando. Comparten este ambiente una biblioteca repleta de ejemplares que uno no tendría y agradece no tener que leer con la excepción manifiesta de unos pocos, puestos allí como con intención para disminuir el impacto de semejante concatenación de títulos propios del siglo 20. muertos, desaparecidos, desaparecedores, salas de desaparición, grupos de desaparición, torturas, torturantes, torturados en cientos de fotos, casi todas blanco y negro como la muerte del Che en Bolivia, trata de blancas, negras, morenas o peligrosas, niños también y trabajo esclavo, un jazmín del Cabo, lapiceras de múltiples colores y tinta regular azul, una computadora abierta en un correo a responder, un móvil detenido en el aire quieto, otra biblioteca abarrotada ahora por eso que fueron vinilos y luego casetes, ahora CDS y mañana quien sabe, tal vez silencio. Un pasa discos, heredero impensado del wincofon a baterías. Una foto de Laura con Aro, pasajero de los espacios abiertos, canturrón saltineante del paraje más lejano. En la foto hay un mensaje que dice poco más que nada y eso es mucho para casi cualquier foto. Me gusta esa foto, esta Aro y está Laura.
Esta habitación. Y el nombre es muy correcto porque es el espacio de habitar, es donde Laura está, no la veo en otra parte de la casa, talvez la cocina, rezumando entre cacerolas de barro y cobres con aceites rebullendo olivas. Y mas, es el lugar del hábito de laura, donde escribe, lee y rebota sobre una pelota verde, tan grande que no puedo abarcarla en un abrazo propietario y rebotona, tan rebotona como verde y verde como tal vez son las plantas que Laura tiene en el balcón. Ya me avance en el balcón, saltando del habitare, al habito, al habitus y al haber. El balcón es la puerta al mundo interior de Laura, un desorden meridiano, ensayos que se secan pero siguen ahí, pendientes, cajas de vidrio llenas de aire y piedras, restos de viajes, agua, tierra, una caracola, tal vez dos, no sé, piedras romas, chatas, grises, blancas, pedrosas, mas arriba el aire que cede a la ciudad con el ímpetu de los sueños, al otro lado, el vacío incompleto de una pared que no existe y no se porque pero me representa a cuando Laura cae en Laura y es solo Laura, con sus patas esdrújulas, su tinta china, su no deber.
Del otro lado están las otras Laura, la del dormitorio, la cama blanca que se adivina desde el pasillo y no digo nada mas, porque nunca vi a persona alguna en ese lugar menos publico que el baño al que uno recurre por necesidad una o dos veces por reunión. La primera por curiosidad, la segunda por placer. Al final del corto pasillo esta el lavabo, el espejo, el jabón, la toalla cuidadosamente plegada y tal vez hasta perfumada, no se porque nunca pero nunca se me ocurrió romper esa prolija imagen de culto.
Como en todo relato que siga las pautas de la academia, casi al final el nudo que propone la cocina, de tan angosta casi incomoda. El arquitecto, hábil en el arte del birlibirloque disimulo el efecto opresivo con una ventana que mira sutilmente al vecino ubicado a unos tres metros, también cocinando y uno se siente tentado a prefigurar un dialogo anónimo entre ¿conocidos?
- ¿tienes invitados?
- ¿Que te importa?, no, muy obvio. Mas vale una mirada pausada, levantando ligeramente la cabeza todavía inclinada hacia abajo, a la tabla de picar con los pimientos colorados y las cebollas moradas.
- Que vas a cocinar? Intentando ser aunque sea agradable, agradablemente simpático, simpáticamente divertido, divertidamente torpe, torpemente atrevido, atrevidamente equivocado.
- Cerdo
Pero el vecino no estaba y yo solo intentaba el juego de que pasaría si, pero no. Laura como un peluquero hábil danzaba entre la olla, la sartén, el queso, el vino que ahora tenía abierto entre tres copas de cristal, pistachos y castañas de cajú saladas, latas y apios.
- Ah, ¿qué estás cociendo?
- Solomillos de cerdo, unas papas, unas hierbas, algo mas.
Hay veces en que uno quiere saber todo, como se le ocurrió, si lo había cocinado antes, para quienes, si es dulce, agrio, salado, seco, picante, perfumado, colorido, étnico, ojala supiera conversar para enterarme de todo, pero no se y además la charla por lo general me aburre y me disperso como ahora con unas galletas delgadas como el papel y forma de lengua de jirafa que saben bien, realmente bien con el queso oloroso que me gusta probar en lo de Laura y también en lo de Dardo pero Dardo esta en Paris y eso es muy lejos, mas lejos que una noche de vela.
- no te molestó que me auto invitáramos, ¿no?
- Sabes que no, además hacia un tiempo que no nos veíamos.
- Si, si. Donde están las palabras cuando uno las necesita?, uno las tiene conocidas, domesticadas, perfectas listas para cuando la conversación lo exige y entonces parece que les llego el viejazo, se olvidan, tropiezan unas con otras de tal forma que no sale ninguna y el gesto que las acompaña se queda ahí, fuera de juego, colorado, ensayando una justificación que ahora no es muda sino que viene subrayada por las palabras que tomando distancia una de otra se ordenan, cómplices, seguras de haber logrado el propósito pequeño y amarrete de humillarnos. Por eso no tengo una voz potente y sonora, años de ensayar el susurro susurrante y la voz queda como queriendo escuchar antes que decir o casi. Otro intento torpe.
- Fue...
- Antes de volver de las sierras
- Claro, vos te volviste antes, ¿llegaste a tiempo?
Claro que me acordaba, me volví apurado como siempre, sabiendo que todo podía esperar y darme tiempo para tener el tiempo necesario para, justamente tener tiempo, nada mas que eso, tiempo. Lo tenés a mano, en la mano, pero por poco tiempo. En una oportunidad comentando algo en una clase de la universidad mencione la cuestión de los distintos tiempos, el del reloj que nos condena a la sucesión de sucesos sin final sin objeto ni oportunidad, el de los medios y la computadoras que nos impresionan en su contundencia engañosa, mas instantáneos que el café y tan poco café como el instantáneo. El tiempo o los tiempos de la naturaleza, el reloj biológico, el jet lag y todo eso.
- Si, todavía sigo esperando por ese trabajo.
- La espera es una sabana corta
- Frazada
- Da lo mismo, es corta.
Vayamos a lo básico.
- ¿te ayudo con la ensalada?
- Como quieras. Pero ella tenía dominada la escena en la cocina angosta, el único lugar para lavar las hojas variadas, el dispositivo lavador, las hojas, en fin todo.
- Trajimos unos quesos de cabra.
- Ah, que bueno
- Si, espero que sean buenos, una sola vez comimos uno excelente. Fue en Mendoza, lo compramos en una visita al mercado del centro, un lugar muy lindo
- Lo conozco
- Después nunca mas, y eso que volvimos al mismo lugar pero no hubo caso, cremosos, picosos, duros, nada. Con las lentejas queda muy bien, un día de estos te invitamos…
- Dale (entusiasmada), ¿como lo haces?
- Facilísimo, uso morillas, o morchellas, un hongo muy sabroso en la cocción de las lentejas, sal, algo de pimienta, nada de cebollas u otros bulbos y encima se derriten unas hojas de queso. Simple, exquisito.
- Mm., me gustaría probar eso.
- La próxima
- Si, la próxima
No he comentado nada acerca de cómo íbamos vestidos y tampoco sobre la anfitriona, tal vez por el simple hecho que no eran ropas de ocasión. No quiero decir con ello que vistiéramos ropas vulgares, de entre casa, no, de ninguna manera. De hecho Laura llevaba un conjunto negro, tan negro como las vestimentas de las españolas o las sicilianas del otro siglo, o por lo menos de las películas del franquismo y del neorrealismo italiano. Un negro opaco como las vidas terrosas de las que los vestían y que refieren siempre al luto de las lloronas de las despedidas tardías de los vivos.
Laura vestía un ligero conjunto de remera de mangas largas algo arremangadas, negro de brillo grafitado como la seda natural, un pantalón negro, posiblemente de algodón tramado, todo ajustado al cuerpo de extremidades delgadas y elásticas, calzado casi deportivo, de suelas finas y flexibles, negras sobre el piso de madera clara. Un delantal como una pollera lisa completaba el conjunto con cierta gracia.
Lucia llevaba seguro que por equivocación una falda larga, una camisa y un abrigo tejido en telar. Le hubiera quedado bien un sombrero a esa estudiada combinación de dominante, complementario y acento que nunca podré aprender. Tal vez por provocación. Al violeta y marrón, un toque de amarillo, un perfume suave de flores, la cara lavada, el pelo soñando en torno a su cara. Me quedo viéndola en la memoria.
Soy de los que creen que no hay primer golpe de vista sino una recuperación sin intención del cerebro de las cosas que sentimos. Ver y dibujar, sin intención, una forma casi zen de mirar sin ser observado.
Laura podría tener lo 14 años con que la conocí, Lucia los 17.
Laura está en la conversación con Lucia y yo escucho y pienso respuestas que no diré o simplemente, aguardo como un francotirador el momento oportuno para decir, es probable, la frase equivocada.
- para que me pregunta si después va a ignorar mis opiniones
- silencio
- como?, me perdí, quien pregunta
- sabes quien, mirá, yo tengo mi opinión sobre varios temas y no tengo ningún problema en decirla, pero si me preguntan espero que lo tomen en cuenta
- Yo miraba toda esa biblioteca de volúmenes insondables de temas tenebrosos y no abrí la boca.
- La venta de sexo no es mi fuerte si me preguntas
- Hablábamos del aborto
- Ah, ya opine de ese tema en ese otro lugar que conoces. Por un lado es penoso, me es penoso y por el otro lado, y no porque sea varón, me parece un tema propio de las mujeres.
- Me miraron, pensaron brevemente y siguieron la charla por otro lado sobre el mismo tema
- ¿Quien aborta?, nosotras.
- ¿Y nosotros que, la vemos pasar?
- Es nuestro cuerpo
- Real, pero y el intangible
- El alma decis?
- Si querés, no, digo ese que se construye en la vida compartida
- ¿El feto?
- No
En un intervalo de la conversación, Laura aprovechó para cambiar los platos e ir por una segunda fase gastronómica. Como yo suelo permitirme participar de esos menesteres domésticos con cierta frecuencia, Laura no se sorprendió ni hizo observación alguna. Tampoco Lucía. Es tal vez un reflejo condicionado de la educación adquirida en casa de mis padres, los niños deben ayudar a levantar la mesa y de ser posible, cuando sean mayores, lavar o secar los platos.
En la cocina a unos tres o cuatro metros de la mesa en que estábamos comiendo, laura en voz baja como para que solo yo la escuchara me dijo,
- encontré una nueva cita tuya en el archivo.
Laura, no se si lo he dicho antes, trabaja con archivos de inteligencia de la época de los crímenes de estado. Es uno de los periodos más sórdidos de la historia reciente y tal vez de toda la historia de este país a la vez tan ajeno a este mundo como lugar común.
Transcurridas tres cuartas partes del siglo XX, el desbalance de las fuerzas políticas en parte pero singularmente sociales, llevó a las familias con poder a intentar barrer con esa preocupante evolución de la forma de entender el mundo que principalmente los jóvenes pero también algunos grupos y organizaciones a veces de trabajadores pero no siempre. Había también que depurar las familias patricias de las ovejas negras que en las últimas generaciones se repetían aquí y allá. Basta de Ernesto Guevara Lynch, de brotes enfermantes como los del 68 y por sobre todo, asegurar los medios, medios para ser mas ricos, medios para poder seguir siendo mas ricos, medios para reconocerse como poderosos, medios.
En ese tiempo, la vida era joven e indiscreta. Podíamos proponernos cambiar el mundo, descubrir el embriago de las hierbas, los polvos y los hongos, la música, el hambre, la guerra, la injusticia. Y llego el plomo, la electricidad, la detonación, el grito, las lágrimas, la desesperanza y la oscura espera del día de mañana.
El lugar donde laura trabaja no parece lo que es o mejor, es lo que no parece. Aunque en la entrada solía haber una casilla de seguridad a unos 2 metros por sobre las cabezas de las personas que desprevenidas cruzaban la calle y en la puerta principal un cartel apunta, Aquí funciono la Dirección de inteligencia y seguridad de la Policía de la Provincia de Buenos Aires entre 1970 y 1985; solo se trata de un edificio opaco, modernoso para la época y poco mas. En su interior un gran espacio hace las veces de museo. En las paredes, fotos blanco y negro o en color recuerdan centros de detención clandestina, grupos parapoliciales de tareas, retenes pidiendo documentación y más.
El archivo tiene lo que todos los archivos, cosas que se guardan en forma ordenada para que estén disponibles para consulta mas adelante, cuando sea necesario. Esa es una forma de entenderlo. El archivo también es un aliado de la memoria, como una agenda de algunos de los años idos donde se resguardan las citas de amor o de dentista, las asambleas a las que fuimos y donde hablamos, el color de nuestra vestimenta, el largo del pelo y, como olvidarlo, nuestros números de teléfono, nuestras direcciones, fechas de nacimiento, casamiento y también, quien nos quiere ahí.
Una vez en una reunión hace muchos años cuando volví a encontrar a laura o más bien, cuando laura armó toda la escenografita para volver a encontrarme aunque yo no lo sabía en ese momento y recién empiezo a darme cuenta ahora, recién ahora.
Bien, en esa reunión, laura dijo como al pasar pero haciendo las pausas adecuadas para que todos los oídos sensibles, y el mío lo es, la escucharan sin perder letra: Tengo en el archivo los registros del colegio secundario. Claro que con los filtros de seguridad obligatorios pero se pueden consultar. Y el cielo cayó negro, de golpe, de nuevo, sobre nuestras cabezas. Damocles.
Pude verme con mis quinces, entregando un documento a un gendarme, pintando una pared, saltando otra pared, hablando en un centro de estudiantes, en una asamblea, en una marcha y sentí, juro que sentí, esos ojos oscuros clavados en mi figura desde la sombra del humo de los Particulares 30 verdes.
Todo esta anotado, todo.
¿Puede el piso volverse líquido de repente y aun sostenernos? Sentí un leve vértigo y una necesidad paradójica de querer salir de allí en ese mismo instante y sin mirar atrás dar dos o tres vueltas al planeta, lavando los rastros. Pero en lugar de eso pregunte:
- decime, ¿podemos ir y verlo?, ¿podrías traer lo que nos interesa? Una fotocopia digo. Una forma cobarde de hacer que Laura corriera el riesgo por uno, pero el miedo me tenía a la defensiva de nuevo. De nuevo.
- No. Podes hacer una solicitud pero solo te van a dejar ver donde vos figuras.
- ¿Y yo figuro?, pregunte inocentemente como si estuviera frente a gente que no me conociera.
- Me miro y tan pronto como levante la vista dijo: Como no vas a estar si hasta yo me acuerdo de vos en esa época.
- Yo no, mejor no me acuerdo. No comparto nada de esa época ni quiero saberlo pero tengo curiosidad. Y vos, ¿por que lo sabes?
- Los que trabajamos allí podemos ver los archivos.
- ¿Y el habeas data?
- No te dije de la solicitud, es como el habeas data.
Y ahí pasamos a otro tema porque nadie, excepto laura podía sostener esa atmósfera mucho tiempo, mas de dos o tres minutos. Tan tremenda fue para nosotros esa breve eternidad de 5 años.
-una cita. Se me escapo entre los dientes
-si. Dijo en voz queda.
- Mm., ¿no me dijiste que no podías sacar las copias?
- si, quiero decir no, no de esa época. Mas adelante. Tenemos que hablar.
Me di vuelta con el sacacorchos a medio camino sobre la botella de vino mendocino. Mire con aire de no entender.
- no hago política desde esos años, porque iba a…
- ahora no. Vení, después solo y te lo cuento, ahora la cena.
- Pero…
Y tomando la fuente entre paños de colores, dio media vuelta, me enseño la espalda y fue a sentarse al lado de Lucia y siguieron hablando como si tal cosa.
De nuevo en la mesa, volvi a sorprenderme con el tramado de las conversaciones, el ir y venir de tenedores y cucharas, apenas distraído por los roces leves e inoportunos de los cuchillos sobre la loza.
- Y a vos que te parece el proyecto de ley.
- Es un avance pero no tanto.
Laura me mira y apunta
- te lo envié al correo, ¿lo leíste?
- No, si, no me gustó
- Qué es lo que no te gustó. Necesitamos juntar firmas para que se vote
- ¿Mi firma?
- Si, sabés que las firmas de los varones también cuentan, casi cuentan más que las nuestras.
- Siempre las mujeres con eso de sentirse minoría cuando son mas que nosotros.
- La historia pesa.
- En serio, ¿que es lo que te pareció mal?
- Por empezar los tres meses
- ¿Por?
- Sabes bien que muchos embarazos juveniles no se descubren hasta más allá de ese plazo. Además, ¿porque vas a tener un periodo de libre albedrío y después marche preso?
- Ahí vamos.
- Y más, siguen estando las causales de enfermedad, malformación, violación ahí, privilegiadas en el texto.
- Es que si no están no se cumplen. Además hay que consolidarlas, es una cabecera de playa.
- Lo bueno es que evita que los médicos se excusen a cada rato porque alguien los llamo, es como si uno llegara a una urgencia y ellos pudieran elegir si su moral les permite atenderte.
- Es la vida real.
- Si pero cuando sus queridas quedan embarazadas porque los boludos no usaron los preservativos de rigor, bien que las “atienden”.
- ¿Vas a firmar?
- Ya firmé. Y hablando de proyectos de ley, ¿para cuando el de la eutanasia?
- ¿Que?
- Si, ya no somos pibes y no quiero andar cuadriplejico como lastre de las vidas de las personas que quiero.
- No sos tan viejo…
- Estoy tratando…
- No se nota.
- Mira, me duele la cabeza del fémur, la espalda, veo poco, tengo tos, no juego mas al fútbol, me agito cuando hago el amor…
- No parece. Viste que nunca parece la edad que tiene, esconde lo que piensa y de repente te tira un plomo caliente que nadie puede abarajar…
- Ay, que estoy mal en serio
- En serio? No jodas. A ver. ¿Cuando fuiste al medico?
- Eee, dos, no tres años.
- ¿Al dentista?
- Año y medio
- ¿Practicás algún deporte?
- Taichi, bicicleta hasta que me las robaron. Camino poco
- ¿Fumás?
- ¿Que?
- Tabaco
- ¿Esto es una revisación?, ¿me tengo que desvestir?
- ¿Si querés? Pero no veo el motivo, a nosotras no nos vas a conquistar con tu físico privilegiado.
- Treinta y tres
- Ves, todo un farsante
- Pero la cadera me duele
- El que se acuesta en el piso …
- Pero lo de la eutanasia es en serio
- Si es en serio te hacemos la de las invasiones bárbaras
- Ah, ¿y ustedes piensan que va a haber un montón de amigos que vengan así, a despedirse al final?
- Bueh, tratándose de vos, un par seria suficiente
- Ves para que quiero la ley, con un amigo medico y otro abogado, cartón lleno
- Un agradable par
- Por eso les dicen cuervos
- ¿Un café?
- Italiano, suave y especiado para mi
- Sos imposible.
- My plesure.

lunes, 15 de marzo de 2010

Sen

Esperopio dijo y se tapo la cara con el camison de forma tal que su cuerpo se disparo ante mis ojos como una raja en la noche. Pero yo estaba enojada, furiosa. Me di vuelta, apague la luz y sali de la habitacion como habia entrado; sin nada que decir.
A ver si de una vez por todas esta tilinga deja de provocarme con ese subir y bajar del ombligo y hacia el sur esa noche triste y humeda de las tardes de antes. La gran puta, ya no tengo ni para el micro.
Son unas cuantas formas las que una persona necesita aprender para tener a la otra en la palma de sus manos, dominar es facil, mantener el dominio es un arte. Ahora sufro esto en carne propia, un ajedrez de sabores, con sus ritmos y tiempos cambiantes, cambiados, gentes que vienen y se van.

sábado, 27 de febrero de 2010

Carson y el amor

Lee. Lee y siente la imperiosa necesidad de copiar partes del texto que lee nada más que para entender de otra manera lo que está leyendo. Lee La balada del café triste de Carson McCullers por enésima vez, pero hoy decide copiar fragmentos.
Hay una tremenda luna. Hoy es hoy y es hoy sólo por hoy, -piensa. Pavadas, puras pavadas. Lo inminente -esa sensación de inminencia que está presente hace más de dos años- por fin se ha concretado, ha coagulado. Y aquí está con la inminencia de la muerte al alcance de la mano. Y lee, vuelve a leer a Carson, a Salinger, a Lao Tse. Vuelve a los viejos y queridos libros.

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“En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y ese conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en su corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que estamos hablando no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya un abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una chica desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de la ciénaga. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante, y con toda razón, pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.”
Carson McCullers, La balada del café triste, pp. 349 - 350

miércoles, 6 de enero de 2010

Antes del año que viene

"seamos mejores en el 2010, y el 2010 será mejor con nosotros".
Deseos que, para ser cumplidos, hay que ponerles el cuerpo y el alma.
Que así sea.
Y detras de la tarde que se apaga, un calor absorvente que se cuela por todos los poros de la casa. Nada que hacer. Leer mensajes de fin de año como si hubiera terminado. Ni un mensaje en el telefono, el diario vacio de noticias en la puerta esperando inutilmente seducirme para que lea las propagandas de las empresas.

viernes, 1 de enero de 2010

2010

Como quien no quiere la cosa la frase cursi se le fue imponiendo: "seamos mejores en el 2010, y el 2010 será mejor con nosotros".
Deseos que, para ser cumplidos, hay que ponerles el cuerpo y el alma.
Que así sea.