jueves, 12 de junio de 2008

segundo viaje: lavueltamanzana


Viajar y quedarse quieta al mismo tiempo. Todos los domingos a la mañana se va de vacaciones, y lo que es mejor es que vacaciona de sí sisma. La ciudad -la ciudad natal, qué vieja expresión- se convierte en una ciudad desconocida, nueva para sus ojos cada fin de semana.
Y los viejos árboles conocidos desde la infancia se renuevan en cada mirada, en la mano sobre la corteza, suave o rugosa según sea un eucalipto, un palo borracho -el querido 875-, un gingko -el favorito del frente del Zoo o uno de los más jóvenes del camino del Museo.
Un paso y otro paso. Los pies son los del Gato que camina con las Botas de Siete Leguas. Y la caminata se convierte en un viaje largo y misterioso, como cuando en la infancia con sus hermanas hacían el equipaje y se iban a dar lavueltamanzana en 6 entre 68 y 69.
Cada domingo a la mañana se enfunda una nueva piel y se va a Paris, o sube un cerro, o se va a navegar. Cada domingo a la mañana se pierde en una calle que siempre conoció, y siente ese susto leve y placentero de no saber hacia dónde ir. Pero va.
Como quien dice -qué expresión tan vieja-, equilibrio en movimiento. Viajar y quedarse quieta.
labruja

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