sábado, 27 de febrero de 2010

Carson y el amor

Lee. Lee y siente la imperiosa necesidad de copiar partes del texto que lee nada más que para entender de otra manera lo que está leyendo. Lee La balada del café triste de Carson McCullers por enésima vez, pero hoy decide copiar fragmentos.
Hay una tremenda luna. Hoy es hoy y es hoy sólo por hoy, -piensa. Pavadas, puras pavadas. Lo inminente -esa sensación de inminencia que está presente hace más de dos años- por fin se ha concretado, ha coagulado. Y aquí está con la inminencia de la muerte al alcance de la mano. Y lee, vuelve a leer a Carson, a Salinger, a Lao Tse. Vuelve a los viejos y queridos libros.

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“En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y ese conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en su corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que estamos hablando no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya un abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una chica desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de la ciénaga. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante, y con toda razón, pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.”
Carson McCullers, La balada del café triste, pp. 349 - 350

3 comentarios:

Javier dijo...

Si uno descubre el enano en uno mismo, esta jorobado.
Es mejor ser la princesa alta y enamorada que el marido rechazado?.
A mi me gusta lo mismo que a usted, pero solo nos queda una sola bala.

laura dijo...

y esa bala la usó Seymur aquél día, ese día, que fue perfecto para pescar el pez banana.

Javier dijo...

contando bajito los pasos de su secreto, se fue en la mañana como si nunca hubiera estado.
del aire de la noche solo nos queda el perfume oscuro de las estrellas titilando, del sabor de la mañana. los besos escondidos entre las sabanas, de la tarde, los pasos ciertos del camino a tu casa, bajo la lluvia instalada bajo el sol de enero.
´Sey, que haces con esa bala?
´eh, dibujando el futuro. dijo y se sambullo en el agua torrida del pantano.
Al rato salio y ella lo levanto como si no tuviera peso alguno. Estaba seco y triste, la bala se habia extraviado en el fondo del pantano.
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