viernes, 2 de enero de 2009

No bombardeen Buenos Aires

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra
JLB
Cada bombardeo es el mismo bombardeo, no importa que haya sido en Londres o en Berlín, en Pearl Harbord o en Hiroshima, en uno u otro lado de la Franja de Gaza -aunque supongo que si bombardearan Buenos Aires sería un bombardeo distinto.
La guerra es una de las cosas a las que les he tenido miedo toda la vida. Por eso, a pesar de los mitos de origen de la revolución, siempre hubiera preferido la vía chilena al socialismo.
¿Por qué ese miedo a la guerra? Creo que crecí con los relatos de la Segunda Guerra Mundial. Mi padre, que era un maravilloso contador de cuentos, me crió contándome historias de la Segunda Guerra, como decía él. Pero para él un bombardeo sobre Berlín no era lo mismo que un bombardeo en Londres. Pero él, mi padre, hacía otras cosas para que la nena tuviera bien en claro cómo venía la mano desde chiquitita. Me llevó a ver una película que se llamaba "El nazismo al desnudo", que era un compilado de lo que habían filmado los yanquis y los rusos cuando avanzaron en la Alemania derrotada. Era lo que ellos filmaron, pero no lo que ellos hicieron.
Las imágenes de lo que dejó la guerra fueron aterradoras para mis ojos infantiles, aún una sola parte de las imágenes de lo que dejó la guerra.
Y mi padre insistía con los mitos y me crió con el mito de la Guerra Civil Española. La Última Guerra Justa. Y me mostraba el Guernica. Mis ojos infaniles se aterraban ante los ojos de la vaca, ante la boca abiera del caballo, ante la cara desconcertada de la mujer del borde izquierdo del cuadro.
Creo que he temido a la guerra toda la vida. Creo que esa es una de las pocas sabidurías que conservo.

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