viernes, 2 de enero de 2009

Orígenes

Los orígenes siempre tienen un poco de gracia. O tiene un poco de gracia ir construyendo mitos acerca de los orígenes. Las personas también mitificamos nuestros orígenes como para darnos un poco de importancia. Cada quién a su estilo y de acuerdo con lo que le contaron y lo que inventa. O con aquellas cosas que cuando se las analiza se nota que uno tiene versiones muy infantiles, porque fue en la infancia la primera vez que las supo y las entendió como pudo.
Cuento un cuento. El de por qué en mi fantasía personal yo me autodenomino "La Alegría de la Revolución Cubana". Nací 9 meses después del triunfo de la Revolución y mis viejos en esa época eran pro cubanos. Me los imagino felices -cosa que en los siguientes años no fue muy frecuente- porque los barbudos habían entrado en Santiago, y después el Che tomaba Santa Clara ... Me los imagino tan alegres que decidieron concebir un hijo, en este caso una hija, que soy yo. Me crié con la música de Carlos Puebla, un disco traído clandestino desde Cuba por un amigo de mis padres que había ido como el primero de un grupo que se quería ir a vivir a Cuba para colaborar con la Revolución –para Hacer la Revolución después de la toma del gobierno.
“Plan plan plan, del machete, plan”, cantaba Carlos Puebla. Y Alejandro, el amigo de mis viejos recién vuelto de Cuba vía Praga, contaba que el Che era muy cerrado -cosa que se decía en voz baja porque hablar mal del Che era como hablar mal de Cristo. Pero para esa época yo ya tenía 3 años y ya para esa época el mito de la Revolución estaba instalado en mi cabeza.
En mi casa había un cuadro, que era de mi viejo, que representaba a "un guerrillero". Era una acuarela pero no tengo ni idea quién lo había pintado. Se refería a un guerrillero español, pero para mí era El guerrillero. Las imágenes de la Sierra Maestra publicadas por la revista Life también estaban allí y en algún momento mi padre apareció con los Relatos de la Guerra Revolucionaria del Che, y había que leerlo. Creo que yo ya sabía leer.
Y después, octubre de 1967. Recuerdo a mi viejo llorando. Fue la primera vez que ví llorar a mi viejo. Y recuerdo también que él no creía que lo hubieran matado al Che. En alguna revista (¿Primera Plana, Panorama?) se publicaron la carta y el poema que Cortázar escribió ante la muerte del Che, entonces papá me llamó y juntos buscamos un marco, un vidrio, cortamos la revista y yo armé un cuadro con la carta y el poema, y lo colgamos al lado de la imagen del guerrillero español. Yo tenía 7 años.
¿Qué hay de verdad en todo esto? Todo o nada. Todo porque es lo que yo recuerdo, nada porque cualquier otro contaría otras cosas. Son mis mitos de origen, con los que me identifico y contra los que me debo rebelar.

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