sábado, 8 de marzo de 2008

navegar es preciso 1


Viernes 29 de febrero, 8 PM

Los pasajeros:
1- Jorge Poyo Mirabelli
2- Fabian Cacivio
3- Alejandro Del Franco
4- Gustavo Sala Espiell
5- Ariel Ringuelet
6- Maria Laura Haramboure
7- Laura Lenci
8- Patricia Botargues
9- Jose Lachevsky
10- Jose Lalli
11- Daniel Flaco Torres
12- Gustavo Villar
13- Eduardo Colo Zaritsky
14- Gustavo Raiberti
15- Alejandro Maimone
16- Adriana Marin
17- Roberto Ceccotti
18- Gabriela Moreno
19- Ronny Hennings
20- Martín Cañás
La Tripulación:
21- El patrón del barco Fernando Gringo Zuccaro
22- El Coqui
23- Fernando, el Marinerito

La cofradía empezó a reunirse, como ya es una tradición, en la casa de lalenci. Fueron cayendo de a uno, de a tres, de a cinco, hasta que la cocina se llenó de bachotos expectantes y ansiosos por las condiciones meteorológicas. La ciudad y sus alrededores estaban inundados por las lluvias y otros desbordes.
A eso de las 9 menos cuarto se decidió la partida hacia Berisso, donde supuestamente nos esperaba la goleta. A la cabeza de la caravana iba Adriana Marín, que conocía el camino hasta el embarcadero. Rápidamente se descubrió que la bachota en cuestión maneja muy rápido porque el resto la perdió antes de llegar a 6 y 50. Llamadas, mensajitos, conversas de ventanilla a ventanilla mediante, quedamos en reencontrarnos en la puerta de la Facultad de Medicina. Como corresponde a tan disciplinado grupete, nos encontramos en Agronomía. [Y seguía lloviendo] De nuevo llamados, mensajitos, paradas para arreglar cómo seguíamos. Adriana arrancó y el resto la siguió como pudo.
Finalmente llegamos al club y empezamos a bajar nuestros equipajes: algunos bolsitos, algo de comida, y grandes cantidades de botellas (fundamentalmente vino y champagne). Si alguien las contó, por favor, agreguen la cantidad. [Y seguía lloviendo]
De a cinco o seis fuimos subiendo a una lanchita que nos llevó a través del canal y nos depositó en la goleta, fondeada en Río Santiago. A esa altura había llegado también Luis Wall, que vino a pasar la velada con nosotros y a despedirnos. Jorge Ronderos, que iba a hacer lo mismo, tuvo que suspender a último momento porque se habían inundado una amiga y el hermano.
La goleta es un tema aparte y hay fotos para juzgarla. Es bellísima. Fuimos recorriéndola deslumbrados, sobre todo aquellos de nosotros que no teníamos experiencia previa con la navegación. Por el momento el suelo parecía firme, la goleta grande y segura, y todos nos mirábamos para ver si alguno ya se estaba mareando. [Y seguía lloviendo]
Adriana, Ale Maimone y Pato Botargues se abocaron a la tarea de preparar la picadita que íbamos a comer esa noche, mientras algunos acomodaban las botellas, descorchaban las primeras y recorrían las instalaciones. Finalmente la gente se sentó en el comedor de la goleta, que queda bajo la cubierta, a comer. Lamento decir que la comida resultó un poco escasa, dado que la persona encargada de las compras es de poco comer y calculó de acuerdo a sus propias capacidades masticatorias. [Y seguía lloviendo]

Con la panza semi llena y los vasos siempre vacíos –y siempre vueltos a llenar- empezó a armarse el festival del bachoterío. Jose Lalli embarcó con un elemento imprescindible que nunca lo abandona: un descorchador antiguo, que se convirtió rápidamente en el alma de la fiesta. Brindis y más brindis, y mucha pero mucha conversación. A esa altura del partido en el comedor no se podía respirar y en dulce montón subimos, los fumadores a fumar a la cubierta [Y seguía lloviendo], los no fumadores a holgar en el living de la goleta.

La idea es que, como en un cadáver exquisito, el resto siga con el relato o agregue lo que quiera. Esto es, de nuevo, el puntapié inicial.

2 comentarios:

laura dijo...

..............

laura dijo...

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