sábado, 9 de abril de 2011

La puerta entreabierta

Es poco prudente entrar por una puerta entreabierta, entreabierta hace mucho tiempo, un espacio donde el aire roto se junta con el aire común, imperceptiblemente para establecer un cierto balance. La situación es incómoda incluso para el aire, lo he notado en varias ocasiones, que apresura el paso.
Es menos prudente si uno sabe o le han sugerido lo que ocurrió en esa casa, pasando esa puerta pero en realidad la historia debería rastrearse mucho muy antes. Antes del Comunicado Numero 1, especie de enemigo publico autodeclarado, antes de la noche de los bastones largos, pesados y dolorosos cabria agregar, antes de la que la patagonia fuera tragica y seguramente la infancia de los tiempos nos mostraría el preciso instante del desembarco en el río de la plata. De ahi venimos, de ahi vienen nuestros pesares, nuestras dudas, nuestros sinsabores. Nuestras esperanzas, en cambio, debemos lograrlas aquí, no hay ya duda de ello.
Conocia esa puerta de niño, una puerta irrelevante si me permiten, verde, oscura y opaca, de metal, inexpugnable, sobre sus goznes siempre bien engrasados. Cerrada.
Las paredes que acompañaban a la puerta, podrian no existir, tan solo con la figura de esa bocanada de metal frio era suficiente para contener el aire y la amenaza que podria aportar un vendedor de puerta a puerta, con sus enciclopedias y policiales, sus peines, sus panes caseros, su esperanza de ganar un mango con uno. Pero los muros de ladrillos densos e incolumes no necesitaban ni una mano de pintura con su revestimiento de falso marmol color marron con pequeñas y regulares pintas blancas de feldespato o cuarzo, lo ignoro.
Por si ello fuera poco, no habia jardin al frente, solo austeridad. Quien hubiera dicho lo que pasaría.
Todavia hoy la casa existe, y la puerta, y los muros de falso marmol con manchitas de feldespato y cuarzo, solidos, mudos, vencidos.
Lo singular del caso es que no conozco ni conoci a ninguna persona que viviera o hubiera pasado por ese umbral, y eso que pasaba diariamente mas de un par de veces camino a mis clases de francés, al centro, a muchos lados porque mi casa quedaba mas alla y para ir mas acá, inevitablemente, pasaba por ahi. Por la puerta de metal cerrada. Verde.

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