sábado, 28 de marzo de 2009

La ceremonia

Hacía mucho tiempo que no residia en el país pequeño. Me habia ausentado por las razones que ya todos conocen y que no vale la pena abundar porque no vienen al caso.
Uno sabe de antemano que muchas cosas que al volver no están como debieran, como las habiamos dejado antes. Salvo en algunos lugares. Porque?, es obvio, alguien se quedó y metió mano.
Cuando llegué, el gallego estaba solo. Vive en un lugar retirado del centro, en una casa pequeña y oscura, con una construcción al fondo amplia y luminosa, como queriendo marcar un contraste. Para llegar ahi hay que pasar por el agua. Al borde del agua estaba el Gallego.
- Como estas?. el gallego sigue siendo un tipo de gestos breves, económicos. Un movimiento de la cabeza, un leve ademan con la mano libre es lo que hay que esperar.
- Che, recien llego y tanta formalidad?
- Huy, flaco que haces, tanto tiempo,disculpame, pense que era Gustavo.
Miente. El gallego sabe desde siempre quien llega, los presiente antes, mucho antes que las personas encuentren la calle, el timbre y llamen a la puerta. Una puerta gris, metalica, alta, cerrada.
Nos abrazamos como siempre. El dice que es un tipo sensible y que yo soy un aprovechador de oportunidades.
- Estabas esperando a
- Gustavo y el resto, no se cuantos vienen pero seremos varios, porque no te quedás?
- Claro, a eso vine. Hacemos unos mates?
Hacía tanto que no tomaba unos mates asi, entre amigos que no podía esperar. Afuera, en la oficina o en el departamento de las Carolinas yo era el unico argentino, ni un uruguayo cerca me dejaron, solo Lucía que no toma mate ni muerta.
- Ya, no te animás a hacerlos vos, te acordás como hacerlos no?
- Si me voy a acordar?, Como de la vez que saltaste por la ventana
- Ja ja, si, que loco
Me sigue pareciendo extraño que un tipo que siempre entraba en situaciones estrafalarias con la facilidad que dan pocos años de experiencia, hoy sea un tipo no diría calculador pero sí, indescifrablemente contraído.
Entré a la cocina. Una cocina de tipo que vive solo, cosas aquí y alla, una cierta limpieza que se asocia a la pereza.
- Tenes agua buena?
- Sí (grita desde el patio) usá la del botellón, la otra no sirve.
Había aprendido a preparar el mate cuando tendría unos 7 u 8 años pero ese momento no cuenta, la ceremonia del mate la empecé a conocer bajo la guía de mi hermano mayor y la perfeccioné con los años. Mucha gente ha oído o conoce la ceremonia del té, el mate tiene también su propia ceremonia y es una especie de ritual.
Eduardo, el padre de Raul, un amigo de la adolescencia era químico y ahbia hecho un estudio sobre la calidad de la yerba, de la infusión y del proceso que entre nosotros conocemos como "el lavado del mate".
- Che lo viste a Raul?
- No. Hace mas de un año que no lo veo
- te acordas de la historia del mate lavado?
- maso
- Sí, te acordás que tenían en el laboratorio una llama que calentaba la pava en 7 segundos y medio, que hacían bubujear oxigeno en el agua hirviendo y el mate no se lavaba?
- No, pero si vos lo decís.
El mate se lava, es decir deja de entregar su sabor porque el agua pierde sus gases al hervir, casi todos piensan que es por la temperatura, porque se quema pero no. Solo los amigos de Eduardo saben eso.
Apago el fuego y saco la pava, la yerba, el mate y la bombilla al patio.
- Las servilletas para qué?
- Ahora vas a ver, tranquilo.
Pongo en el mate parte de la yerba, casi hasta las dos terceras partes. Tomo una servilleta de papel, la doblo.
El gallego me mira como si hubiera traído del extrajero una fórmula secreta para hacer lo que el hace 2 o 3 veces al día.
Cubro la embocadura del mate con la servilleta y lo doy vuelta, lo sacudo cuatro o cinco segundos, no mas.
- Ahh
- Te acordas ahora?
Inclino el mate y dejo que la yerba caiga hacia un lado, el hueco queda ahora arriba.
- Así el polvo queda arriba y los palos abajo. Hacen de filtro.
Dejo caer el agua, solo un poco en un hilo finito como una lana blanca. No lo lleno.
- Y ahora, que esperás?
- A que la yerba se hinche. Al tiempo, meto la bombilla y aprieto con ésta la yerba sobre sí misma.
Agrego más agua al mate. Cebo el primero. Lo tomo. Está fuerte, no tan fuerte como esperaba. La yerba del gallego es, como decirlo, no es la que prefiero.
Limpio el extremo de la bombilla con la servilleta y lo cebo.
- Tomá.
El mate gira hasta que la bombilla señala al gallego. Chupa
- Muy bueno. Ahora decime, me hacés un favor?
Lo sabía, el muy turro lo sabía. Asentí
- Hay un tipo, vos lo conocés, Siki
Trague saliva, Siki era la unica persona que había visto desde que habia llegado. Era mi psicólogo de toda la vida, 26 años de terapia, era casi de la familia.
Me devolvió el mate y eso me sirvió para concentrarme en algo, poner mas agua, girar el mate, limpiar la boquilla, chupar, el arte de cebar.
- Me esta jodiendo el negocio
Negocio?, el gallego era muy particular para sus cosas.
Yo miraba la embocadura del mate, cómo el agua limpia se transformaba en esas burbujas espesas y verdes que brotaban quien sabe de dónde. El mate, la calabaza estaba caliente y suave.
El gallego tiene un negocio. Siki le está arruinando el negocio. A mi me están arruinando el mate. Le alcancé otro mate y esperé a que se decidiera a hablar.
El gallego mordía con cierta ansiedad una galletita de arroz. Tosió, se zampó el mate de un saque y me miró. En esa mirada sentí una calma profunda, era una mirada pensada, hecha sin intención, era una mirada para dejarte clavado donde estabas. Yo sabía que alli, dentro del corazón de esa mirada estaba como un clavo sangrante eso que me había atraído allí justo ese día.
Si me levantaba y me iba, dificil que pudiera volver algún día y yo lo apreciaba al gallego. Si me quedaba, podría tal vez eludir vaya uno a saber como lo que el gallego estaba por tirarme encima.
Me hizo recordar del mate en las sierras altas, la puerta que deja paso a la patrona, la patrona que trae una bandeja larga, demasiado larga para ser cómoda, con el mate, el pote de la yerba, la pava, un plato, una servilleta y la cuchara. Ella cebando y entre cada cebada un poco de yerba que se cambia, un chorrito de agua caliente sobre la bombilla, la servilleta que limpia para el próximo beso. Todo hasta que el plato se llena. Ella no habla, no toma ni un mate. El silencio llega hasta todos aquellos familiares que se atosigan en la cocina. Tras la puerta cerrada.
De a poco fueron llegando los otros, nunca en silencio, siempre guardando las formas. La ronda del mate se fue ampliando y a cada uno de los que llegaban, recibían la cebadura como si se les autorizara a hablar a contar su historia.
El mate es así lanzadera de telar donde las mentas de cada uno forman una urdimbre de la que no escapa hilo alguno. No hay continuidad inmediata, no sigue una anecdota a la otra, pero al final uno puede adivinar algunas cosas que se le dicen a él y solo a él y nadie más. No es algo privado.
Ninguno en la ronda, de los que estabamos desde el principio sabía del próximo comentario ni tenía porque discutir con el que conducía la palabra, por lo menos hasta que el mate lo habilitara.
- ... tengo, tengo que contarles algo. Dijo Gustavo quemándose el labio con la bombilla.
Hice un contacto, un contacto con una ingeniera, tiene obras en la Patagonia.
Estaba el viernes pasado en casa, distrayendo el tiempo con mi perro cuando sonó el telefono. Me puse en camino, me levanté y veo por la puerta que da a la calle que un auto, un citroen 2CV, esos insoportables y rebotones grises con capot acanalado y techo de lona negra. Increíblemente negra a pesar del polvo del camino pensé. Se detuvo justo enfrente a la puerta, anticipando a una visita inesperada. El telefono dejó de sonar.
El mate volvió y la conversación pasó a Javier, como la visita de un sueño, pasa y apenas se queda un momento en la memoria.
- Tengo una foto, una de esas fotos en blanco y negro que eran tan frecuentes entre nosotros en los 70s. La veo siempre que voy al piso de Libertad, en la foto, un árbol se agita como bandera delante de una pared de hielo. Imagino el hielo azul, aunque la foto es gris, gris como el citroen que se llegó hasta allá e improvisamos como mojón de una travesía inacabada.
Está muy bueno este mate, realmente muy bueno.
La servilleta roza la punta de la bombilla de nuevo, se gira para dar paso a la yerba seca, sin usar que quedó del otro lado. Cebar, tomá.

1 comentario:

laura dijo...

-¿y de qué voy a hablar yo cuando me llegue el mate? ¿voy a hablar de lo que realmente estoy pensando o voy a buscar rápidamente un tema para enmascarar lo que estoy pensando? También cabe la posibilidad de que me quede callada y que alguno que otro escuche mis palabras sin que yo las pronuncie.