martes, 24 de marzo de 2009

ella, la muerte

No hay cuerpo. No hay cuerpo muerto, pero hay asesino. Esa es la clave. ¿Cómo encontrar al asesino cuando falta el cuerpo del delito?
Es tarde. Vuelvo a casa después de un día demasiado largo. Me duele la cabeza desde hace muchas horas y ya sé que si me acuesto así me voy a despertar con más dolor de cabeza. Es como si dormir con dolor de cabeza lo instalara definitivamente. El dolor sueña.
El cuerpo muerto habla. Eso decían las novelas policiales que leía en lo de Kike y en lo de Monona durante los primeros años de la dictadura. El cuerpo del delito era siempre clave para descubrir al asesino. Siempre estaba allí, sobre una alfombra de un castillo en las novelas inglesas, sobre una cama anónima de un cuarto anónimo de hotel en las norteamericanas. El cuerpo muerto con una herida de bala, o con 33 puñaladas. El cuerpo muerto y desnudo de una mujer joven y bella, o el de un viejo linyera cubierto por capas sucesivas de ropa , vieja también.
Mejor no me acuesto. Mejor espero que el dolor de cabeza se vaya. Pero cómo lograr que se vaya cuando hace varios días que no relajo la espalda, y para colmo tomé vino y champagne en el asado de mis compañeros de la primaria. Digo -pienso- mejor no me acuesto y al mismo tiempo me desvisto y me derrumbo sobre la cama porque mi cuerpo no da más. Porque estoy deshecha. Me duele la cabeza y puedo sentir el punto preciso de dolor en la espalda que es el origen del dolor de cabeza.
Parece mentira, parece un cuento malo esto de estar buscando un asesino sin tener el cuerpo muerto. ¿Cómo se llamaba esa novela del Séptimo círculo en el que dos personas se encuentran en un tren e intercambian sus crímenes, es decir dos desconocidos que deciden que el único modo de cometer el crimen perfecto es que no haya ningún vínculo entre el asesino y su víctima? Este asesino es así. Mató a alguien y nos sustrae el cuerpo, y nos borra los lazos que lo unen a ese cuerpo muerto -y a esa víctima, su víctima.
Ahora el dolor de cabeza se está desparramando y al mismo tiempo, se está definiendo. Duele, que es su modo de vivir, desde la ceja izquierda hasta la nuca. Atraviesa, como una lanza, las distintas capas de tejidos duros y blandos de la cabeza. Se define y gana en identidad. El dolor es él mismo.
Pobre cuerpo muerto que además de muerto desaparece. ¿Qué le hicieron a ese pobre cuerpo muerto?

2 comentarios:

Javier dijo...

- No se, pero me hubieras llamado. Saber que hay alguien cerca que puede auxiliarte es bueno para el alma.
- Si?, no me digas. Mira con cara de pocos amigos y dolor de cabeza mutante.
Si quedara yo varado aqui, perderia la razon ...
- Y entonces que?, preferis sufri sola?. Yo ya te dije, si te preocupa lo del Alberto, conversalo con el Gallego, la noche del viernes lo ensayamos pero no funcionó, habia demasiada gente que no entendía un carajo. No se puede, con ese grupo no se puede. El Alberto esta muerto, yo te lo afirmo, no se fue a ningun lado, no esta mas, no lo busques, no, perdes tu tiempo.
Se bien por experiencia propia que son palabras vacias, como cuando eras chico y te caias, te rompias las rodillas y el codo y te largabas a llorar como un descosido. Ella lo va a seguir buscando, era un buen tipo el Alberto. Seguro que en alguna esquina lo va a buscar, lo va a ver bajarse del colectivo, el 508 rojo aunque no se llama así mas, con su bolso largo de cuero o de tela de jean o de vaqueros viejos como haciamos antes, antes cuando elmundo era joven y estabamos juntos.
- Me acuerdo de vos cuando ibas a la escuela sabes, como no me iba a acordar.
Turra, ahora me venís a trabajar la moral. Yo que vengo a hacer la pata por un ratito y nos vamos a 200 años atras.

Javier dijo...

Me había equivocado nuevamente. Habrá alguna manera de avanzar sin equivocarse?.
- Porqué te preocupa la muerte?