miércoles, 17 de septiembre de 2008

El extraño suceso del camionero, su pavita y la desaparición del agua potable

La noche no había llegado y J ya estaba listo. Un listo que no significaba otra cosa que estar poseído por una ola de ansiedad por salir de ahí, de esa realidad que atosiga, atrapa, atornilla y se queda quieta, sin hacer nada. J quería, intuía que en cuanto saliera de acá, las cosas cambiarían.

Una campera verde, clásicas en esa época de los militantes de izquierda casi como las barbas. J usaba una tipo canguro y otra de bolsillos grandes, enormes, casi incómodos. La barba todavía no le crecía y comenzaba a suponer que era lampiño. Campera verde y barba era como ser un che en la selva?. Improbable.

La cuestión es que la campera, unas remeras, malla, zapatillas, ropa interior y enseres para lavarse y cocinar cayeron por la boca de la mochila en forma cuidadosamente desordenada, antes de ir hasta la casa del Choclo, un tipo que siembre se ubicaba más allá de las fronteras que J se imponía rutinariamente. El padre del Choclo tenía una casa de lámparas, de luminarias que se acumulaban caóticamente en sus estantes en el taller que estaba en una casa vecina. Los bronces y el orden desmañado le daban un aire gitano que apenas disimulaba en su laburo y cuando nos hablaba del arte. A la casa no llegaba nada de eso y nos parecía uno de esos personajes que llevan una doble vida. Con el tiempo puedo pensar que todos los padres llevan una especie de doble vida, no muy frecuentemente una vida que entusiasme y seduzca. El viejo del choclo pondría bajo de George Harrison dentro de una simpática réplica de The Beatles local.

El viaje comenzaría a la mañana siguiente por eso harían el aguante toda la noche en casa del Choclo, J y otros más.

Es una fija, aun en sus mejores epocas el ómnibus local nunca llega a tiempo. La certeza de que hubiera pasado conversaba con la ignorancia de cuando volvería a pasar. Matizado con una hojas de maria, mates y nada solido para acompañar. Salir temprano un domingo es sinónimo de ansiedad, esa que me persigue desde la concepción porque no creo en los certificados de nacimiento, debo ser algo menos que nuevemesino.
Pero es que no recuerdo si, no, tengo la imagen borrosa de una plaza, redonda y arbolada de un verde recien hecho y un micro rojo que se tardo una vida en aparecer como si uno tuviera todas las vacaciones por delante.
Los Hornos, Olmos, Echeverri, calles y casas, el sol en la espalda y los riñones atosigados de tanto bulto.
En esa epoca no habia un puente, solo un cruce, dos cintas grises que se pierden en el destino y solo una que tiene sentido, el sur.
Y toma el tren hacia el sur que alla te ira bien! pero no, ibamos a dedo asi que tronamos: el idiota que nos lleve por las rutas argentinas hasta el fin!...
Al medio dia, el perro y yo seguiamos aturdiendonos con los escapes, el sol y los bichos.
A veces uno tiene suerte, a veces la suerte lo tiene a uno que no se da cuenta y pisa el palito.
Muchachos, voy hasta Maipu, apunta un camionero y subimos. Un camion ford, aspirado, blanco como diente de vieja, llevaba vino en botellas en cajones de botellas apiladas asi nomás, a Maipu. No hay nada en Maipu pero seguro que se atajaba de dos que podrian ser muy pesados en el viaje para alguien que no habia dormido en las ultimas 33 horas y necesitaba compañia.
Hasta aqui, no he dicho nada nuevo, ni sobre esa pavita azul enlozado con tapita negra e interior sospechoso ni del camionero cuyo destino construyo una historia que todavia no termina.
El pampero empezo a soplar cuando nos acercabamos a la laguna la adela. Un cartelito verde apuntaba el nombre, por eso lo digo, no se si es asi o no, un campo de aguas con juncos, una linea de casitas tristes, no mas de 9, de una planta, arbolitos ralos, como talas, el viento que se enrulaba como perro buscando asiento. el pueblito, si le cabe el nombre, estaba a unos metros antes del puente, al fondo una arboleda, eucaliptos, los otros no son arboles, son plantas asi, a la defensiva, como si les hubieran querido robar algo y nada. A mi me gustan.
No esta muy lejos del cruce, hora y media, en un camion lento y zangoloteante en su cadencia de baches, curvas y dudas. Pasa o no pasa, no le da!,apura!.
Por eso la adela esta ahi, para que el tipo se despierte y diga con su voz de camionero - no se si hay una voz de camionero, pero uno la imagina, asi como cansada, grave, carrasposa como si toda la tierra del camino le hubiera sacado pedazos a la garganta - `Paramos!.
- Pibe,fijate ahi atras - todos los camiones tienen un atras en la cabina que es una caja de pandora - que hay una garrafa. Vos, a ver si ahi enfrente, en el bar te dan agua para el mate,dice señalando la pava. Tres cuartos litros de agua.
El perro que se baja y arregla lo de la garrafa. Yo: Me cruzo!.
El bar era una de esas taperas..., mas bien un remedo de las viejas pulperias como la de esquina de crotto. La puerta apenas abierta adivinaba a un grupo sentado a una mesa,cartas o dominó, no recuerdo ahora pero si tengo bien presente el mostrador de madera, trapezoidal y oscuro, oscuro como el aire denso que goteaba en las sombras que se traspiraba de una lampara ciega y la mirada lenta del dueño.
Buenas!. Necesito agua par el mate si pued ser?.
No pibe, aca no hay agua.
Un bar sin agua?. ni envasada?
Pero si, o por lo menos asi parece.
Y donde consigo agua yo?
Aca no hay agua potable, es salada. Tenes que caminar unos trescientos metros para alla (señala la laguna) que hay una bomba.
Bueno, por lo menos vamos en esa dirección pense.
al salir, uno de los comensales que sube a una camioneta apunta,
Te llevo!.
Irma Jusid me diria despues en una sesion de analisis, no no no no,pibe, moviendo sus inices y su cadera, no te subas ahi, quedate en el camion.
Una hilera de arbolitos asi como crispados se atornillaba sobre el alambrado y marcaba la frontera entre lo publico y lo privado. En el limite, una construcción de concreto y hierro. La bomba?. yo siempre tuve un espiritu de aventura, espiritu que siempre me metio en problemas y me consumio en fantasias explosivas.
La camioneta paró. El tipo, un gesto que me dice, es ahí pero parece que está abandonada, fijate. Yo tengo que seguir para las casas. bajarse con la pavita haciendo balanceos, cerrar la puerta y sentir el polvo levantarse desde debajo de la camioneta gris. Habia estado muchas veces asi, durmiendo en cajas de vehiculos traqueteantes, respirando de a bocanadas en la caja vacia de un camion recolector de basuras, haciendo equilibrio sobre la pala de una topadora a centímetros de un piso que se escurre tambien bajo los pies.
La construccion es un cubo hueco de cemento de un metro y algo de alto por casi un metro de lado, sucio y viejo, quebrado por el sol como testigo de una epoca en que servia para algo. ahora era una decepción.
Mire sobre el hombro, a unos cientos de metros el camion, el camionero y el choclo permanecian alli, esperando. Di vuelta y comence a caminar.
Las hierbas son blandas y verdes, no dejan ver el suelo hasta que llegas casi al borde del camino. Una bocanada de viento sucio me avisa, un camion pasa delante mio. Y alla van, el camion, el camionero y el choclo hacia el sur y yo. Yo solo con la pavita, con unos pocos pesos, un pañuelo y la sed. De nuevo a hacer dedo, a pedir transporte a sentir el sol sobre la espalda.


1 comentario:

laura dijo...

"es sinónimo de ..." continúe Javier, que me quedé con las ganas de saber cómo sigue el cuento y qué pasó con la pava del camionero.
Ya le contaré uno de mis viajes de esa época por este mismo medio.