domingo, 9 de septiembre de 2007

pupitre marrón

A la mersonada de ponerles títulos de canciones paradigmáticas de los 60 - 70 a mis posts en el blog, agrego la mersonada de poner títulos de Vivencia. Sé que con esto me gano los odios de Tormento Malsano, pero ...
La cámara se da vuelta y asume el punto de vista del que está sentado en un pupitre, en un viejo pupitre atornillado al piso. Una de las diversiones de primer año era desatornillar los pupitres y hacer carreras en el aula y a veces sacar los bancos y hacer carreras en la galería del segundo piso.
Otra de las diversiones era aterrorizar a los practicantes.
La foto es en medio de una clase de una practicante de matemática. La chica tenía, pobrecita, una serie de discapacidades -la llamábamos "la torcida". Para colmo intentaba manejarnos con el rigor de las notas y las suspenciones. Se le notaba demasiado el miedo que sentía. Una de las últimas clases nos confabulamos para ir adelantando las filas de bancos lentamente cada vez que ella se daba vuelta para escribir en el pizarrón, hasta que la dejamos acorralada contra la pared y se fue medio puchereando. Ella perdió las prácticas de la enseñanza y nosotros nos quedamos lo más tranquilos.


Otra foto:
Estoy en el aula de 4º. Aparece Gustavo Oliva, nuestro preceptor, y nos dice que vamos a tener un nuevo compañero en la división. Es uno de Novena, que ha sido echado del colegio y que el lobby conjunto de una serie de almas caritativas ha logrado reincorporar, pero cambiándolo de división: debe seguir en Tercera, una división con chicas y mucho menos conflictiva que Novena.
Los pupitres, a diferencia de los del aula de primer año, son de los viejos de madera, que conectan el asiento del banco de adelante con la mesa del banco de atrás. Yo, miope vergonzante, me siento en el primer banco de la segunda fila. En el primer banco de la primera fila se sienta Lacha, con quien hemos descubierto ese año que tenemos muchas cosas en común y conversamos largo y tendido. Cuando llega Manzanos -de él se trata- se sienta en el banco que está justo detrás mío y empieza a mover la pata a un ritmo feroz. Dada la conexión de los pupitres, mi asiento entra en un terremoto bailable que me deja en estado de parkinson temprano y exógeno. Ahí nomás me doy vuelta y me enfrento a la cara enfunfurruñada y de pocos amigos del peor de todos y le pido amablemente que deje la pata quieta. Me ladra, me gruñe, me escupitajea un par de palabras, e inexplicablemente nos hacemos amigos.

5 comentarios:

laura dijo...

mersonada de mersonadas: yo soy la que pone un comentario a mi propio post, pero allá va.
Manzanos llega a la división con unos pantalones bombilla -ahora les dicen chupines, pero para mí siempre serán bombilla- con unos parches en las rodillas de una tela escocesa roja, blanca y azul. Inolvidable.

jediluis dijo...

fotos imposibles para mi!!!

deliciosas!

gran angular y escasa profundidad para resaltar el detalle del escocés o el tornillo caído e incluir el conjunto el ambiente como desdibujado, como solemos ver los miopes cuando no recordamos dónde dejamos los anteojos...

suena el refrito de mi cuarto sonando en otro lugar ...

mientras nos acercábamos al abismo de Yes ... y nos volabamos sin alas sin carta de embarque sin destino por el simple placer de volar

vesiculavillar dijo...

Qué pobre viene la participación en el tormentoso blog bachoto! Deserción total.
Voy a responderle a la perseverante Laura, que puso en movimiento toda esta comparsa nostalgica, que en lo que a correo se refiere, va perdiendo adeptos.
Coincido por completo con la descripción del Tormento de aquellos años, y también, recordando su gesto adusto de mirada torva y sonidos guturales indescifrables tras una cortina de pelo jamás peinado,y rara vez lavado, me pregunto cómo fue que me hice amigo del gordo. Sé porqué lo quise luego y porqué fuimos amigos, razones sobran. Lo que no puedo recordar es cómo hice para descubrir sus virtudes sorteando la mala onda que desplegaba generosamente a su alrededor. Cosas que uno hacía en la inconsciente adolescencia, como ignorar diferencias y fachadas, y que por suerte superamos al adquirir el buen juicio que nos dan los años, de manera tal que ya nunca descubriríamos las virtudes ocultas de alguien distinto a nosotros.
Por otra parte, Lau, te confieso que Norberto resultó absolutamente inmune al paso del tiempo, ya que su aspecto y gestualidad es casi la misma de entonces, y, como lo hubiera hecho entonces, se caga en los mails personales que le mandes y no los contesta.
¡Se tendría que haber quedado en novena!

laura dijo...

Lamento discrepar con la vesícula taoísta, pero el amigo Manzanos es una prueba viviente de las ambigüedades del progreso. Por una parte su aspecto físico ha mejorado considerablemente: se baña, se lava la cabeza, se corta el pelo, se viste con más cuidado, a veces sonríe. Por otra parte, está más intransigente que nunca -siguiendo la tradición paterna.
Yo soy una persona obstinada: en 31 años el Gordix no consiguió pelearse conmigo, a pesar de varios intentos.

PatoB dijo...

Creo que casi nadie va a leer este comentario porque la entrada es vieja, pero tiene que ver con esta entrada principal y no con el tema del examen de ingreso y la educación pública. Lo cierto es que los dioses de la tecnología no me inspiraron y no logré poner una entrada yo, así que vaya esto como una botella al mar.

Abrí un arcón o quizás una hendija en mi memoria y aparecieron algunas fotos de 1973. Las comparto con ustedes:

1. Las asambleas, tengo la sensación de haber ido a todas, asamblea un día, asamblea al siguiente, hablaban los grandes: Luis Velasco, Zeta, los “compañeros” de la UES, discutían. Yo me sentía ínfima a mis 13 años, y sentía una culpa espantosa por no entender nada de nada. Cantaban el himno, algunos con la V y otros con el puño en alto, parecían todos tenerla tan clara...

2. Sentados en un banco del patio charlamos con Fufo, pelo largo rubio, que vende alfajores. Hace relativamente poco me enteré que es el padre de los hijos de una amiga.

3. Los recreos, y los pantalones oxford rayados de Torito, de tercero. Con el tiempo nos hicimos muy amigos. También del Negro Lacelli, el Turco, la Negra Bordagaray, el Coya, Susana Barbich (injustamente me debo estar olvidando de varios), todos uno o dos años mayores que nosotros.

4.
11 de septiembre: Vi-vaa Chile, carajo! Vi-vaaa Chile, carajo! Larga marcha por calle 7 avanzando hacia 50, tomados de la mano o quizás los más grandes nos tomaban de la mano porque nos veían entrar a la adolescencia un poco vertiginosamente...

5.
Viaje femenino a Bariloche: Nos toca la peor tormenta en muchos años y quedamos varadas en medio de la nieve en Piedra del Aguila. No se puede avanzar, hace un frío espantoso y las provisiones no alcanzan. De primero estamos María Laura Carasatorre, Marcela Porcellana y yo, el resto son más grandes, Adela de 2do., una chica muy insoportable de nuestra edad cuyo nombre parece que preferí olvidar que dio 2 años libres y está en 3ro., otra que es diabética y se inyecta insulina. Una de las profesoras me viene en el recuerdo con la imagen de Sajón de Cuello, pero creo que no puede ser.
En mis fotos en papel estamos adelante de un Llao Llao de madera, muy diferente del reciclado de ahora, con las piernas abiertas y tomándonos las manos como en un álbum de Los Beatles. Es la primera vez que veo y toco nieve.

6. La foto de primer año, tan distinta a las de los otros años, vestidos como queríamos, con zapatillas, colorinches, menos formalitos que en segundo año. Y yo tengo bigotes... sí, unos espantosos bigotes.

Abrazo a todos. PatoB.